martes, 23 de febrero de 2010

¿Enamoramiento Patológico?

Recibo con sorpresa una nota publicada en el diario Clarín, cuyo titular es: "Sostienen que estar enamorado más de seis meses puede ser patológico".

Hagop Akiskal (psiquiatra) se enamoró a los 16 años, hoy tiene 65 y todavía sigue junto a ella. Pero tras décadas de estudios en desórdenes psiquiátricos, no defiende el enamoramiento eterno. Por el contrario, sostiene que "vivir en el estado de encantamiento por más de seis meses puede ser patológico. Es un estado muy cercano a desórdenes mentales, como la depresión, el desorden bipolar o el obsesivo-compulsivo".

"Décadas atrás estuve investigando el comportamiento en monos y los diferentes desórdenes del humor, y con el tiempo focalizamos también en el enamoramiento, que tiene varios síntomas: la persona no puede dormir, no puede concentrarse en otros temas, y sólo tiene una obsesión por el enamorado", explicó Akiskal.

El psiquiatra hizo estudios en personas enamoradas y encontró que los niveles de serotonina eran similares a los de pacientes con desorden obsesivo-compulsivo.

"Situaciones similares se dan en personas con depresiones. Por lo tanto, a los seis meses se puede seguir con la misma pareja, pero habría que sospechar si los síntomas del enamoramiento siguen. Es conveniente que el enamoramiento dure sólo meses. De lo contrario, se sufre demasiado", aclaró Akislal.

Akiskal también consideró que hay que prestarle atención a los niveles de la oxitocina, también llamada "la hormona de la confianza". "Aunque las investigaciones están en curso, podemos afirmar que las relaciones de confianza están basadas en la oxitocina, que ya existe en el mercado como un spray nasal", señaló el psiquiatra nacido en Siria. Luego disparó una idea controvertida: "Se podría usar el spray para hacer negocios y generar empatía".

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Un duelo que extiende los 6 meses puede volverse un problema.
Un cuerpo enamorado que libera los mismos neurotransmisores que un obsesivo, puede ser un dato interesante.
Quizás nos cueste un poco más la idea de rociarnos con spray para generar más empatía con nuestros clientes.

Lo que me resulta inadmisible es que el Doctor Akiskal tenga la certidumbre de que las relaciones de hoy día duren más de seis meses.

domingo, 21 de febrero de 2010

La pareja feliz (según Roland Barthes)

"X quiere que yo permanezca a su lado, pero también desea tener un poco de libertad; debo ser flexible, es decir, desaparecer de vez en cuando pero sin llegar a alejarme demasiado. Así pues, por una parte, debo estar presente como una prohibición (sin la cual no podría existir el correspondiente deseo), pero también debo alejarme para que, una vez suscitado ese deseo, pueda hallarme en su camino; debo ser como la madre protectora y desinteresada que teje o cose tranquilamente mientras su hijo juega. Esa podría ser la estructura de la pareja feliz: una pizca de prohibición y una buena dosis de juego; designar el deseo y luego dejarlo a su aire, como los amables lugareños que te señalan el camino sin insistir, no obstante, en acompañarte".

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Es necesario faltarle al otro para que ese deseo surja.
Es vital que me faltes para volver a necesitarte.
Todo el tiempo, toda la vida.
Sin embargo, las parejas insisten con la simbiosis, la dependencia, la fusión, los celos, la posesividad.
Y después se pasan años en terapia tratando de comprender porque el otro dejó de desearlos.

Simplemente Ser

"Apenas entré en la habitación, me dí cuenta de que ése no iba a ser un encuentro terapéutico más. El motivo fundamental de mi consulta giraba en torno a mi deseo de establecer una relación y también albergaba la expectativa secreta de que pudiera ayudarme a sanar mi baja autoestima. Tras un breve saludo, Ram Dass clavó sus ojos en mí; parecía lleno de amor pero, al mismo tiempo, indiferencia. No respondió a ninguna de mis sonrisas, movimientos de cabeza o muecas, ni hizo tampoco el menor asomo de implicarse en ellos. Simplemente estaba ahí, contemplando, mirándome con una firmeza e intensidad que yo no podía comprender. Me quedé perplejo y comprendí que no podía hacer gran cosa. Entonces traté de explicarle lo que quería de él, un comentario inspirador, un consejo, algo que me hiciera sentir mejor y pudiera ayudarme a encontrar novia, pero mis palabras no parecieron conmoverle y siguió moviendo lentamente su cabeza y emitiendo de tanto en tanto un sonido suave que sonaba como: “Ahhhh”.

Después de haberle comentado todo lo que pensaba, me sumergí en un incómodo silencio en el que se arremolinaban las imágenes, los recuerdos, los pensamientos y las ansiedades. El enojo, la turbación y la vergüenza daban vueltas de continuo en mi cabeza; había entrado en el reino del inconsciente freudiano, pero eso tampoco pareció interesar a Ram Dass.
 
Por fin, desesperado e incapaz ya de pensar en nada, comencé a devolverle la mirada y, en ese mismo instante, entré en un espacio que se encuentra más allá de las palabras y que me permitió conectar con él y reconocerle. Entonces fue cuando comprendí súbitamente la respuesta a mi pregunta. Ram Dass no estaba haciendo nada, sólo estaba siendo y, por ello, todos mis esfuerzos por comprender lo que estaba haciendo resultaban infructuosos. Mientras yo estaba experimentando todo tipo de movimientos interiores, Ram Dass simplemente era. Y, aunque yo sentía el impulso de hacer algo, no lo hacía sino que estaba permitiéndome ser, una experiencia que me llevó al descubrimiento de que podíamos ser juntos.

Al cabo de varios minutos, Ram Dass rompió el silencio y dijo:
-“¿Estás ahí?” – Y luego agregó, señalando hacia sí mismo: “Yo estoy aquí”.
 
Mientras permanecí frente a Ram Dass me di cuenta de lo contraída que se hallaba mi personalidad cotidiana, de la ansiedad que solía experimentar cuando trataba de agradar a los demás y de lo inseguro que me sentía. También pude darme cuenta de que la contracción me hacía sentir vacío, irreal e incompleto, porque, de hecho, sólo estaba identificado con un pequeño fragmento de todo mi ser. Sólo soltándome, por una parte, y abriéndome, por la otra, pude tornarme más real a la vez que menos conocido para mí mismo.

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Extraído del libro "Contra el Yo" del psiquiatra Mark Epstein.

domingo, 7 de febrero de 2010

Sandro

-Roberto, supongamos una larga mesa. Falta tu discurso. ( Se pone de pie demostrando su erudición alcohólica. Se sube a un escalón, infla su pecho)
-Damas y caballeros, los he reunido en este precioso día para decirles: ¿Ven esa lanza que adorna la pared? De la lanza quiero ser la punta y no el mango. Y con la punta quiero romper la lona de nuestra carpa, para que entre el sol... Y algo más: allí hay una pala. Amigos, ¿quieren saber qué hago con ella? Si con la pala le doy pa´lante, voy a hacer un surco... Si me quedo donde estoy, haré una tumba, la mía. Nada más. ¡Y salud!
-Sos un caso. Tus amores han permanecido herméticos.
-Respeto a quienes me rodean. ¿Quién soy para exponerlos? Así, anónimos, pueden ir a un negocio, pelear un precio.
 -¿Y tus resurreciones?
-Simple: gané. No se puede vivir con miedo, viejo. Ahí te das cuenta lo que puede ser la mente. Uno es el peligroso. ¡Guarda con uno!
-¿Cómo es vivir siendo un ídolo?
-Hay que tener mucho respeto para no creer que por ser ídolo sos impune. Cada palabra, cada gesto, tiene que ser un modelo. Ojo con la ligereza.
-Sánchez ¿tiene sus ídolos?
-Para nombrar a uno digo Vicente. Andá y preguntale a Héctor Larrea... Yo tengo una deuda grande con él. Cuando murió mi viejo me prestó la guita para el velatorio. Se la devolví. Pero un favor no se devuelve nunca. Honorabilidad. Esta palabra desapareció hasta de las historietas, carajo.
-Sandro, rara mezcla de rey y de atorrante.
-Mirá, lo que me dijo una mina, princesa italiana: "Vos usás el jean como si fuera un esmoquin y el esmoquin como si fuera un jean." Viejo, el gran secreto es no comprarse lo que uno vende. Ahí perdiste. Confundiste ficción y realidad.
-Me dijiste en 1980: "Soy un ser normal con posibilidades anormales".
-Soy un privilegiado por el Señor. Innegable. Mis posibilidades de vivenciar cosas es anormal. ¿O no? Estoy en el escenario y allí hay tres mil mujeres gritando. Un tipo tiene que laburar meses para que una mina le dé bola. Lo anormal para mí es normal.
-Peligrosa normalidad.
-Muuuy peligrosa. No tenés que creer que sos el rey de la montaña. Te tocó ésa. Y punto. Y nada sacrificada. A los 17 en una noche ganaba lo que me viejo en un mes. Y me gritaban ¡papito!
-Ya a tus 30 me decías: "Tener muchas mujeres es fácil; mantener una es lo difícil". Van Gogh opinaba igual.
-Sí que es difícil tener una sola mujer, je. Ah, mi amigo, estando con la misma mujer hay que jugársela cada día con un nuevo libreto para seguir manteniendo la sorpresa. -Humor y amor comparten varias letras.
-Siempre digo que un gran amor se consigue con buen humor, pero un gran amor se destruye por mal humor.
-Te dabas tiempo para hacer macanas.
-Yo era una ametralladora. En el barrio me decían terapia intensiva, porque ni mi familia me podía ver.
-¿Cómo carajo hiciste para que la idolatría no te comiera por las patas?
-A vos te consta: siempre nombro a Vicente y a Nina. Aparte, ésto yo me lo aclaré a los 31. Caía el sol, sentado arriba del portón de mi casa, veía los garajes con mis autos, la casa espectacular. Y tomando un whisky me dije: bueno, ¿así que sos un ídolo? Roberto, ¿y ahora qué? Y ahí tuve mi verdadero bautismo. ¿Así que esto es el éxito? Empecé a indagar: psicología, parapsicología. Buscaba razones. ¿Por qué Dios me señaló, si yo estaba en la cuarta fila? ¿Por qué me dijo vos negrito serás Sandro? ¿A mí me señala, Padre? "Sí, a vos." Y me dio todo esto. Y a cambio, bueno... me saca el aire. Je, ya ves, ¡la vida! ¿Cómo era tu versito?
-La vida, no hay caso, no podemos vivir sin ella... Y ella, la vida, ¿podría vivir sin nosotros?
-Tanto da y tanto quita, esa irresistible señora.
-¿Has domado tus miedos?
-Nooo, qué voy a domar. Te lo confieso: estoy lleno de miedos, Rodolfo. Uno de los miedos más fuertes es ver si me despierto al otro día, ¿comprendés? Entro al sueño pensando eso: ¿me despertaré mañana?... Es triste. Viejo, así la vida, ¿es vida?
-¿Es?
-Es. Hace como diez años te dije algo que ahora te repito: Vea, Padre, yo puedo perder la vida pero a la vida no me la pierdo.
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Edición de la última entrevista de Rodolfo Bracelli a Sandro. Y Sandro no se perdió la vida, la vivió como se debe vivir. Mientras los medios nos desbordan con "artistas" mediocres, millonarios y  soberbios; Sandro da una clase de humildad, claridad de conceptos, criterio, poesía, inteligencia, humor y ética. Imperdible la nota en La Nación Revista de hoy.