miércoles, 16 de junio de 2010

Existencialismo

En "El Existencialismo es un humanismo", Jean Paul Sartre afirma que el hombre está siempre a solas con sus elecciones. Desde una perspectiva atea, no hay una definición predeterminada de la naturaleza humana: ningún Dios o Destino creó la humanidad con un fin determinado. Negarse a elegir, o culpar a formas internas o externas de determinismo para excusarse de asumir la responsabilidad que implica el libre albedrío, también es una elección. Es lo que Sartre denomina "mala fé".
La mala fé consiste en pretender que lo que uno ES determina lo que uno HACE de una vez y para siempre. A los ojos de Sartre, el libre albedrío es posible porque lo que uno HACE define quien uno ES y no al revés.
Así, Sartre sostiene (en oposición al punto de vista de Sigmund Freud, quien afirma que nuestra conducta está determinada por nuestros deseos inconscientes), que nuestros deseos, emociones y motivos NO determinan nuestra conducta. Nadie está obligado a actuar como lo hace, y nadie puede apelar a sus deseos, emociones o motivos como una excusa.
Para Sartre, el hombre es libertad total. Toda su vida es elegir, y aún si decidiese no hacerlo, esa opción es una elección. El hombre debe elegir, y es totalmente responsable de cada elección. El hombre, por lo tanto, está condenado a ser libre. Condenado porque no se creó a si mismo, y aún así es libre; desde el momento en que es arrojado al mundo es responsable por las cosas que hace.
Pero, con la realización de nuestra libertad y responsabilidad absolutas, vienen los temores.
En lugar de vivir auténticamente, es mucho más fácil y confortable caer en la mala fé, en los antiguos roles que desempeñamos, en lo que hicieron con nosotros en la niñez, en el destino que nuestro Dios tenía prefigurado para nosotros.

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Ser protagonista de nuestra propia vida requiere un salto de madurez intelectual y espiritual.
Desde el nacimiento, la gente se acostumbra a que decidan por ellos. La vida no les pertenece y el alma comienza a hipotecarse. Aceptan sus carreras universitarias, sus trabajos, sus profesiones, sus jefes, sus matrimonios, sus rutinas, etc. 
Pero hay algo que es cierto: cuánto más fácil es refugiarse en la sombra de lo que pudimos ser, no?
Si nos convencen los argumentos de Sartre entonces hay que empezar a elegir, y esa elección puede apuntar a repetir las mismas conductas de siempre o a apostar por el cambio.
Si lo único permanente es el cambio, ¿por qué nos empeñamos en fosilizar lo que aparentemente somos?
¿Por qué nos creemos que somos lo que somos?
¿Por que pensamos que nunca llegaremos a ser lo que quisimos ser? 
Por miedo.
¿A qué?
A decidir.