miércoles, 26 de diciembre de 2012

Creadores vs. Parásitos

A través de los siglos ha habido hombres que han dado pasos en caminos nuevos sin más armas que su propia visión. Sus fines eran diferentes, pero todos ellos tenían esto en común: el paso inicial, el camino nuevo, la visión propia y la respuesta que recibían: odio.  
 
Ningún creador ha sido impulsado por el deseo de servir a sus hermanos, porque sus hermanos rechazaban el don que les ofrecía y ese don destruía la rutina perezosa de sus vidas. Su verdad fue el único móvil. Su propia verdad y su propio trabajo para realizarlo a su propio modo.
 
Nada le ha sido dado al hombre sobre la tierra. Todo lo que él necesita lo tiene que producir. Y aquí el hombre afronta su alternativa fundamental; puede sobrevivir de una forma u otra; por el trabajo independiente de su propia mente o como un parásito alimentado por la mente de otro.
 
El creador produce, el parásito toma en préstamo. El interés del creador es la conquista de la naturaleza. El interés del parásito es la conquista del hombre. El parásito vive de segunda mano. Necesita de los demás. Los demás llegan a ser su móvil esencial. La necesidad básica del creador es la independencia. La mente que razona no puede vivir bajo ninguna forma de compulsión. No puede ser reprimida, sacrificada, subordinada a ninguna consideración, cualquiera que sea.
 
La necesidad básica del parásito es asegurarse los vínculos con los hombres para poder nutrirse. Coloca ante todo las relaciones. Declara que el hombre existe para servir a los otros. Predica altruismo. El altruismo es la doctrina que exige que el hombre viva para los demás y coloque a los otros sobre sí mismo.
 
Los hombres han aprendido que la virtud más alta no es realizar, sino dar. Sin embargo, no se puede dar lo que no ha sido creado. La creación es anterior a la distribución, pues, de lo contrario, no habría nada que distribuir. La necesidad de un creador es previa a la de un beneficiario. Sin embargo, se nos ha enseñado a admirar al imitador, que otorga dones que él no ha producido. Elogiamos un acto de caridad y nos encogemos ante un acto creador.
 
A los hombres se les ha enseñado que nadar con la corriente es una virtud. Pero el creador es el hombre que nada contra la corriente. A los hombres se les ha enseñado que estar juntos constituye una virtud. Pero el creador es el hombre que está solo. A los hombres se les ha enseñado que el ego es el sinónimo del mal y el altruismo es el ideal de la virtud. Pero el creador es un egoísta en sentido absoluto y el hombre altruista es aquel que no piensa, no siente, no juzga, no construye.
 
La elección no debe ser el sacrificio de uno mismo o la dominación. La elección es independencia o dependencia. El código del creador o el código del imitador.

Esta contienda tiene otro nombre: lo individual contra lo colectivo. El «bien común» de lo colectivo, raza, clase, estado, ha sido la pretensión y la justificación de toda tiranía que se haya establecido en la tierra. Los mayores errores de la Historia han sido cometidos en nombre de móviles altruistas.
¿Alguna vez han igualado los actos del egoísmo a todas las carnicerías perpetradas por los discípulos del altruismo?
No reconozco obligaciones hacia los hombres, excepto una: respetar su libertad y no formar parte de una sociedad esclava.
"El Manantial" - Ayn Rand
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Este libro es mucho más que una novela. Se trata de un manifiesto filosófico-social y antropológico que busca oponerse a lo que hemos aprendido durante siglos: el altruismo.
Si se lee con moral cristiana puede parecernos una blasfemia y una incitación al egoísmo y la destrucción de la solidaridad. Error.
Debemos desprendernos de años de adoctrinamiento y moral religiosa para comprender la profundidad de esta filosofía.
Debemos pelear por no ser absorbidos por la tribu (Nietzsche), por dar batalla al status quo, la comodidad, la rutina, la tranquilidad económica, la imitación y la subordinación.
Deseo que el 2013 mucha gente querida pueda romper esa cadena altruista que lo ata a un "deber" divino, a obligaciones morales autoimpuestas, a creencias falsas, a construcciones de autoestima denigrantes o imposibilitadoras.
Estamos en una era donde el potencial debe liberarse y para ello debemos pagar el precio de romper con lo conocido e ir por lo que nos apasiona.
Lo que seguramente aflora al leer estas palabras es miedo.
El mismo miedo de siempre, que durante milenios nos han inculcado para mantenernos a raya. Para no intentarlo, para no ir por ello, para no dar lo máximo.
Si hay una felicidad, probablemente sea la de hacer lo que queremos hacer.
Pero tiene un precio y debemos estar dispuestos a pagarlo.
De lo contrario debemos conformarnos con alegrías momentáneas y ajenas.
Es hora de dejar de vivir la vida desde abajo o desde afuera.
Seamos protagonistas.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Retroceder nunca, rendirse jamás

En  la búsqueda desesperada del amor, todos hemos incurrido en errores comunes como: forzar vínculos imposibles, intentar epopeyas románticas, poner expectativas en la persona equivocada, creer que es “si” cuando todo te indica que “no”, etc.
 
Si bien podríamos ser auto-indulgentes con estos deslices, existen dos conductas que son absolutamente inadmisibles: retroceder y rendirse.
 
 
Retroceder sería esa tendencia compulsiva por volver al pasado en forma recurrente o vivir definitivamente en él, ya sea por la comodidad del “malo conocido” o por la falta de coraje para decidirse a evolucionar. Es retornar a ex parejas, ex amores, ex amantes. Una especie de ex vida. No la real y verdadera, la que avanza hacia adelante; sino la que involuciona, la que se repite, la que se retrotrae al único tiempo que ya ha muerto: el pasado.
 
Así como no podríamos estar re-aprendiendo a leer cada dos años, ¿por qué motivo se elige re-apre(h)ender el pasado en materia sentimental? ¿Cuáles son las tranquilidades que lo “conocido” tiene sobre lo “nuevo”? ¿Económicas, sociales, familiares, sexuales? ¿Son certezas reales o muletas psíquicas para seguir rengueando por la vida?
 
Pero además de evitar estos retrocesos, es obligatorio no rendirse jamás. Y dicha rendición comienza con lo que hemos aprendido sobre el amor y lo que creemos sobre ese sentimiento. Es básicamente un condicionamiento cultural. 
 
La melancolía, la culpa romántica o las manipulaciones de la memoria, siempre han gozado de buena prensa en nuestra culura occidental y todas comparten el mismo elemento inhibidor: el miedo a crecer e ir hacia adelante.
 
Pero entonces, ¿Cómo logramos desaprender esa forma melancólica y nostálgica del amor?En primer lugar buscando las palabras que nos permitan verbalizar ese miedo que nos paraliza; ¿qué hay de terrible en el horizonte que nos hace volver hacia atrás?
 
Solamente poniendo en palabras nuestros miedos podremos atravesarlos. Ir hacia adelante implica articular un relato distinto del que siempre nos repetimos. Crecer, en el amor, es dejar de posicionarnos en emociones que retroceden y comenzar a situarse sobre las que nos lanzan hacia adelante, el único lugar posible al que iremos a parar.
 
Poblar nuestro presente con sombras del pasado es un error, pues todas supieron ser luz en su debido tiempo y lugar. Acaso nosotros también habremos dejado nuestra luz y sombra en vidas ajenas; y debemos rogar por quedarnos allí. Sólo hay que convertirse en un buen recuerdo, porque la vida real ya no está allí.
 
La clave –entonces- es continuar buscando, pues siempre habrá algo mejor para nosotros. Como bien se dice, “la única forma de salir de un amor es con otro amor”.
 
Debemos reconocer que lo único permanente es el cambio y que la experiencia amorosa se adquiere para ser depositada en la próxima persona y no para corregir errores del pasado.
 
Se trata de ser mejores con los próximos y no mediocres con los que ya no están.
 
El único camino posible es hacia adelante.
Sólo hay que continuar caminando, sin retrocesos ni rendiciones.
El único amor posible siempre estará en el horizonte, jamás a nuestras espaldas. 

sábado, 8 de diciembre de 2012

La Verdad

Yo, amigo mío, esperaba un milagro. ¿Qué milagro? Sencillamente, que el amor fuese eterno, que rompiera la soledad con su fuerza sobrehumana y misteriosa, que disolviera la distancia entre dos seres humanos y derribase todas las barreras artificiales que habían levantado la sociedad, la educación, el patrimonio, el pasado y los recuerdos.
 
Tal vez, las voces, las luces, las alegrías y las sorpresas, las esperanzas y los miedos que encierra nuestra niñez, sea lo que realmente amamos, lo que buscamos durante toda la vida. 
 
Todo amor que va precedido de una larga espera, confía en un milagro de la otra persona y de sí mismo. Y para un adulto, quizá sea el amor lo único que puede devolverle algo de esa espera temblorosa e impaciente. Con la palabra «amor» me refiero no sólo a la cama y lo que conlleva, sino también a los momentos en que dos seres humanos se buscan, a la espera y a la esperanza que los empujan uno hacia otro.
 
A ciertas edades, ya no buscamos en la cama obtener del otro el placer, la felicidad o el éxtasis sino una verdad simple y profunda que el orgullo y la mentira han ocultado hasta entonces: la auténtica conciencia de que somos humanos, hombres y mujeres, y tenemos una misión común en la tierra, una tarea que tal vez no sea tan personal como creíamos.
 
No se puede eludir esa tarea, pero se puede deformar a fuerza de mentiras. 
 
No importa que la persona amada sea atractiva —al cabo de un tiempo ya ni repararás en su belleza—, no importa que sea más o menos excitante, inteligente, experimentada o curiosa, o que responda a tu pasión con idéntico ardor.
 
¿Qué es lo importante entonces? 
 
La verdad.
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"La Mujer Justa" - Sandor Marai

miércoles, 28 de noviembre de 2012

La Mujer Justa (no existe)

“¿Reconocemos los grandes encuentros? ¿Podemos ser realmente conscientes de estar viviendo momentos decisivos? ¿Es posible que un día entre alguien en la habitación y uno piense al instante: es ella, la mujer justa, la verdadera, igual que en las novelas?

Un día desperté, me incorporé en la cama y sonreí. De golpe comprendí que la persona justa no existe. Ni en el cielo ni en la tierra, ni en ningún otro lugar. Simplemente hay personas, y en cada una hay una pizca de la persona justa, pero ninguna tiene todo lo que esperamos y deseamos.

Es una sensación extraña. Creías que se trataba de la mujer justa, te dolía tanto que te partía el corazón, pero hoy ya no te hace daño. Te sientas en un banco y estás tranquilo. Te pasan por la cabeza cosas como «pollo relleno» o «los maestros cantores de Nüremberg». Eso es la realidad, y todo lo que la compone es igual de importante.

Ayer ansiabas venganza, o quizá redención, querías que llamara, que te necesitara desesperadamente o que la encerraran en la cárcel y la ejecutaran. ¿Sabes?, mientras sientas eso, el otro se sentirá feliz y se mantendrá alejado. Aún tiene poder sobre ti. Mientras clames venganza, el otro se frotará las manos porque la venganza es un deseo, una especie de yugo.

Pero llega un día en que despiertas, te frotas los ojos, bostezas y, de pronto, te das cuenta de que ya no quieres nada. Ni siquiera te inmutas cuando la ves por la calle. Si llama por teléfono respondes, como debe ser. Si quiere verte, y la cita es inevitable, bueno, adelante. Y todo eso lo haces con ánimo tranquilo y sincero. Ya no queda nada del dolor, de la convulsión, del delirio. ¿Qué ha pasado? No lo comprendes. ¿Ya no anhelas venganza?

Y entonces te das cuenta de que ésa es la verdadera venganza, la única, la perfecta: ya no quieres saber nada de esa persona, no le deseas nada malo ni nada bueno, ya no puede hacerte sufrir."

"La mujer justa" - Sandor Marai
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Luchamos toda nuestra vida para que alguien encaje en nuestro modelo mental.
Encontramos a alguien cercano al "ideal", la forzamos a encajar, la obligamos a cambiar y la moldeamos para que sea lo que no es.
No hay caso, el otro es tan sólo una persona.
Ni justa, ni perfecta, ni maravillosa, ni ideal.
Cuando uno finalmente comprende que las personas no pueden adjetivarse, entonces acepta lo que el otro tiene para dar, por el tiempo que sea y de la forma que sea.
No hay mucho más que eso.
El resto son novelas románticas y patologías del ego.

sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Imprescindibles?



"Esa mujer vive todavía, y vive sola. La veo de vez en cuando. No nos vemos porque sigue enamorada de mí. Ella todavía me quiere y nunca querrá a otro.
 
No me guarda rencor porque entre personas que se han querido de verdad no puede haber nunca verdadero odio. Puede haber rabia o deseo de venganza; pero odio de verdad, ese odio tenaz y calculador que espera únicamente el momento de desencadenarse... no, eso es imposible. Ella sigue viva, puede que ya ni me espere. Está viva y muere lentamente.
 
Muere de una forma educada, delicada, tranquila, burguesa. Muere porque no puede darle a su vida un sentido nuevo, porque no puede vivir con la sensación de no tener a nadie que la necesite, porque es imposible vivir sin la certeza de que en el mundo hay una persona para la que se es imprescindible".

"La mujer justa" - Sandor Marai
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Este libro es, sin lugar a dudas, una de las mejores lecturas del ya exhausto 2012.
¿Existirá una persona imprescindible en nuestras vidas?
¿Seremos nosotros imprescindibles para alguien?
¿O nadie lo es y todo es una absurda puesta tragicómica creada por la mente?
No lo sé.
Tal vez, lo único imprescindible, sea la lucha contra esa muerte educada y burguesa.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Desear el deseo

 
"Hay que pensar que la creación no engendra deseos que no pueda satisfacer. En resumidas cuentas, el hombre tiene sed porque el agua existe. Es cierto que el hombre es libre de desear, pero sólo puede desear lo que la realidad insondable ya oculta. Incluso cuando llega a desear el infinito, es porque el infinito ya está ahí, previsto para él. Todo ocurre como si lo que el hombre desea estuviese ahí, por adelantado, contenido en el deseo; si no ¿hubiese podido desear? El cumplimiento del deseo del hombre se encuentra en el propio deseo."
 
La voz de Tianyi (Francoise Cheng)
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Este maravilloso pasaje me hace pensar sobre la diferencia que debemos establecer entre lo que deseamos y lo que en realidad sucede.
Nuestra sociedad occidental confunde al deseo con un pagaré, pero la esencia del deseo no es su consecución en la realidad, sino su existencia en si.
El deseo es el combustible natural que nos permite seguir moviéndonos hacia adelante.
Por tal motivo, se dice que un depresivo es alguien que ha perdido la capacidad de desear y que lo único que ve al mirar al horizonte es su propia muerte.
Tal vez deberíamos comenzar a aprehender esta visión oriental del deseo, donde lo que importa es reconocer que los deseos se cumplen porque podemos desearlos.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Promesas Incumplidas


¿Por qué me pongo tan triste cuando pienso en aquellos días? ¿Será que añoro la felicidad pasada? ¿O será por lo que descubrí más tarde, por la sombra que ese descubrimiento tardío arroja sobre aquellos días del pasado?
 
¿Por qué? ¿Por qué lo que fue hermoso, cuando miramos atrás, se nos vuelve quebradizo al saber que ocultaba verdades amargas? ¿Por qué se oscurece el recuerdo de unos años felices de matrimonio cuando nos enteramos de que el otro tuvo un amante durante todo ese tiempo?
 
¿Acaso porque en semejante situación no se puede ser feliz? Y, sin embargo, ¡éramos felices!
 
A veces un final doloroso hace que el recuerdo traicione la felicidad pasada. A lo mejor es que la única felicidad verdadera es la que dura siempre. Porque sólo puede tener un final doloroso lo que ya era doloroso de por sí, aunque no fuéramos conscientes de ello, aunque lo ignorásemos.
 
Pero un dolor inconsciente e ignorado ¿es dolor?
 
¿Será eso lo que me entristece? ¿El celo y la fe que me colmaban en aquella época, mi empeño en arrancarle a la vida una promesa que de ningún modo podía cumplir?
 
A veces veo en las caras de los niños y los adolescentes el mismo celo y la misma fe, y los veo con la misma tristeza con que recuerdo los míos. Esa tristeza, ¿no será la tristeza pura? ¿Es eso lo que nos sobreviene cuando, al mirar atrás, los recuerdos hermosos se nos vuelven quebradizos, al ver que aquella felicidad no se alimentaba sólo de la situación del momento, sino de una promesa que no se cumplió?
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Bernhard Schlink - "El Lector"

lunes, 22 de octubre de 2012

Amar no es sufrir

Si el amor te hace sufrir, no es a esa persona a quien amas o no es amor lo que sientes.

Si por estar con alguien, tienes que renunciar a algo, entonces debes dudar de ese amor.

Cuando uno tiene real interés en alguien no renuncia a nada.


Si quieres ser infeliz, conviértete en el amante de una mujer casada.
Si quieres verla infeliz a ella, exígele que abandone a su familia.

Convertirte en amante es como comprar a crédito: te dan todas las facilidades y con un mínimo anticipo es tuyo. Mejor dicho, puedes usarlo todo lo que quieras, pero no es tuyo hasta que termines de pagarlo.

Cuando te das cuenta, ya no está a tu lado y aún sigues pagando altos intereses.
Si consigues levantar el último documento, está tan gastado que sólo resta tirarlo.
Se paga muy caro y se goza muy poco.

Por eso, si no fue amor, fue una droga.
No fuiste un amante, sino un drogadicto.
Mientras la tenías, gozaste.
Al faltarte, pudiste haber muerto.
En la abstinencia, casi enloqueciste.
Ahora, curado, jamás volverías a inyectarte nada de ella.

Y pudiste comprobarlo: cuando sufriste no amaste, pues luego amaste, y en ello no hubo sufrimiento. Ahora, ni amas ni sufres.
Es que has comenzado a comprender la segunda parte: el amor también es perecedero.
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El Libro del No Amor – Dr. Hugo Finkelstein

miércoles, 17 de octubre de 2012

Gotán


Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.

Atención, atención, yo gritaba atención,
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.

Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.

Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.

Juan Gelman

lunes, 15 de octubre de 2012

Siempre se vuelve a Buenos Aires

Esta es la perfecta imagen de la llegada o la partida -lo mismo da- pues uno nunca termina de saber si se está yendo de un lugar o llegando a otro. Lo cierto es que casi no estamos en ninguna parte, y esta lente nos posiciona en un "no-lugar" con Buenos Aires como única referencia.

¿Será acaso imposible dejar Buenos Aires? ¿Estaremos acaso volviendo una y otra vez aunque nunca nos hayamos ido?

En la imagen se observa mucho más que el imponente Río de la Plata, el perfil diminuto de la ciudad y el atardecer que cubre con un manto de fuego el horizonte. Este es un perfecto cuadro que nos transmite una herida existencial, la de la artista y la nuestra.

Detrás de esta cámara se oculta una enorme profundidad y sensibilidad, un vasto universo que se encuentra a miles de kilómetros de la superficie.

Aquí hay algo del orden de lo no dicho, ¿qué es lo que no se dice en esta imagen? ¿qué es lo que no se nos cuenta? ¿cual es el significado que debemos otrogarle?

Nuestro inconsciente y nuestra propia historia personal dirá si vemos paz, armonía, fuerza, distancia, ausencia, vacío, melancolía o esperanza.

Más allá de las subjetividades de cada espectador, hay aquí una verdad.

Una contundente e indiscutible verdad: la maravillosa construcción de significado que sólo puede existir entre una artista sensible y un espectador con fé poetica.

Esta foto es el tango de nuestra identidad, de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que nunca podremos ser.
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Gracias F. B.

domingo, 14 de octubre de 2012

Frases para no amar

La experiencia amorosa no sólo debería servirnos para disfrutar, sino también para aprender a leer con mayor profundidad algunos mensajes que nada tienen que ver con el amor.

Son frases que pretenden justificar el vínculo amoroso a cualquier precio, pero en realidad encierran un profundo miedo a comprender que todo amor tiene fin y que es necesario frustrarse para re-comenzar una y otra vez.


Aquí va un listado de las frases que más he escuchado:

- "El amor todo lo puede". Mentira. El amor todo no lo puede, pues si todo lo pudiera no existiría el sufrimiento amoroso, el divorcio, la distancia o la ausencia. El amor puede algunas cosas, con algunas personas y por algún tiempo. La gente que suele creer en esta premisa nunca hace nada para que sea verdadera.

- "Dejaría todo por vos". Error. Dejar "todo" por alguien no tiene nada que ver con el amor, sino con la obsesión, la sumisión y el autosacrificio. Si uno deja "todo" por alguien, entonces se dirige a la "nada" y en la "nada" generalmente no hay "nada". Dejar "todo" hace que la pareja sea asimétrica, pues mientras uno da, el otro goza del beneficio cómodamente.

- "Si me dejás me mato". Frase harto repetida por los amantes psicópatas. Nada que ver con el amor, todo que ver con la manipulación. Hay que dejarlos que se maten, porque sino nos terminamos matando nosotros.

- "Amar es sufrir". Falso. El amor no puede implicar sufrimiento. Mucha gente sostiene su "amor" en base a dolores y angustias. Eso que sostienen no es el amor, sino la idealización romántica, la comodidad, el status quo o la conveniencia.

- "Se fue con otro, pero yo sé que me ama a mí". Creencia falsa que se escucha en personalidades narcisistas. Si la persona que amamos se va con otro/a, ¿adónde está el gesto de amor? ¿En la partida, en la ausencia, en las palabras? El que se va no nos ama. No hay que justificar discursos, sino conductas.

- "Te amo. No soporto la soledad". El peor de los engaños. La gente que no puede estar sola suele confundir el amor con la compañía, el cariño con la estima, la pasión con el aprecio. No saben como tapar su vacío existencial y entonces dicen que aman al primero que se les cruza. No lo aman, peor aún; ni lo sospechan.

- "Vos no te jugaste por mí". Demanda infantil e idealista. ¿Cómo una persona puede jugarse por alguien antes que por si mismo? ¿Por qué hay gente que pretende que el otro se juegue por ellas/os? ¿Cuál es su grandiosa idea del "yo" como para que el otro se auto-aniquile y los elija? La prueba de amor, a veces es demasiado pretenciosa y poco realista. Esa demanda no proviene del amor, sino del egocentrismo, el temor a ser abandonados o la inmadurez.

- "¿No sentís celos por mi? ¿No me amas?". Confundir el celo con el amor es incorrecto. El celo es posesivo y enfermizo. El amor, todo lo contrario. Hay gente que sólo puede sentirse amada cuando es celada. Esa gente no recibe amor, sino control de sus conductas.

- "Todo o nada, no hay grises". La solución facilista de los extremistas. El amor precisa de articulaciones y puestas en común, diálogo, construcción conjunta y tolerancia. En el maniqueismo del "todo o nada" siempre gana el mismo lado: la nada. Y perdemos nosotros: el todo.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

La Muerte Blanca

Con "La Muerte Blanca" me refiero a la inexplicable muerte de Blanca Vicuña y de todos los chiquitos anónimos que dejan esta vida día a día. 

Recuerdo que a los 6 años comenzaba a torturarme la idea de que algún día no estaría más en este mundo. Era espantoso, escalofriante y demoledor el hecho de tomar conciencia que el "ser" podía "no ser". ¿Adónde iba a ir después de esta vida? ¿Cómo puede ser que toda esta plenitud de la infancia quedara en la nada? Era la angustia del vacío existencial. 

Ese momento en que los chicos tomamos conciencia de la caducidad del cuerpo, la vida deja de ser apasionante y se transforma en una lucha contra el tiempo, una pelea a muerte contra las enfermedades, un desgastante estrés por lo desconocido y una negación permenente de la muerte.

Sin embargo, cada persona conocida que se nos muere hace que esa idea vuelva una y otra vez a la conciencia. Nos recuerda que estamos aquí de prestado, por una gran casualidad y con ninguna certeza a la cual aferrarnos. Ni el dinero, ni la profesión, ni la pareja, ni los hijos. Nada nos salva de la muerte, nada.  

Dice Unamuno: "Lloraba Solón la muerte de su hijo. Un amigo se acerca y le dice:
-¿Por qué lloras, si sabes que es inútil?
-Por eso- contestó Solón- porque sé que es inútil."

En este caso la muerte nos muestra su peor faceta, la más repudiable y escalofriante. Es la que se identifica con el absurdo y con la pérdida irreparable. Los hijos no pueden morirse. No estamos preparados psicológicamente para afrontar semejante pérdida, no hay psicólogo ni terapia que logre extirpar esa herida que se llevará hasta la propia muerte.

Son duelos que dolerán por siempre. ¿Se sigue viviendo? ¿Se sobrevive? ¿Cómo se vuelve a reir después de semejante golpe? ¿Como se puede tomar en serio la vida después de semejante absurdo?

Quizás la respuesta podamos encontrarla en unas sabias palabras de Edgar Morin, quien en su libro "El hombre y la muerte" dice: "La muerte no es nada. Tras la muerte, todo termina, incluso la muerte. La muerte no nos concierne vivos porque no está allí, ni nos concierne muertos, porque entonces no estamos nosotros.

Puede decirse entonces que dados los peligros de muerte que implica toda vida que merece ser vivida, aquel que trate de evitar al máximo el riesgo de muerte para conservarse vivo el mayor tiempo posible no conocerá nunca la vida; el miedo o la mediocridad impiden vivir. El miedo a la vida, es miedo a la muerte y viceversa. Vivir es asumir el riesgo a morir."

Blanca ha vivido y ha asumido el riesgo. Y quien asume el riesgo, no muere, vive.

martes, 4 de septiembre de 2012

Universos pluralistas

-...resulta que tú y yo existimos bajo diversas formas, en numerosos universos diferentes. ¡Ahora mismo! Recordemos aquellas ocasiones, en el pasado, cuando las oportunidades de vivir o morir se equilibraban.

Por ejemplo, de niña enfermé de fiebre tifoidea y estuve a punto de morir. Recuerdo perfectamente el momento cuando llegué a la encrucijada: podía descender hacia la muerte o escalar la ladera de la recuperación. Naturalmente, la Himiko que ahora está contigo escogió el segundo camino. ¡Pero en ese mismo instante otra Himiko escogió el primer camino hacia la muerte!

Cada vez que te encuentras en una encrucijada entre la vida y la muerte, se abren ante ti dos universos: uno pierde toda relación contigo porque te mueres, el otro la mantiene porque en él sobrevives. 

Este tipo de división celular universal también se produjo cuando mi esposo se suicidó. Yo lo sobreviví en el universo en el que murió, de hecho aquí estoy sin él; pero en otro universo donde él sigue viviendo sin haberse suicidado, otra Himiko vive allí con él.

El mundo que un hombre deja atrás cuando muere muy joven, y el mundo en el que se libra de la muerte, siguen coexistiendo… Los mundos que nos contienen se multiplican continuamente. Esto es lo que quiero decir cuando hablo de universo pluralista.

En tus veintisiete años de vida debes de recordar momentos en los que te has hallado en una posición dudosa entre la vida y la muerte. Pues bien, en cada uno de esos momentos, has sobrevivido en un universo y has abandonado tus cadáveres en otro.

-¿Y hay una muerte definitiva? Cuando fallas intentando escapar a otro universo y finalmente mueres en este mundo, ¿significa la muerte en todos los demás?

-Supongo que sí. De lo contrario, viviríamos hasta el infinito al menos en un universo. Probablemente la muerte definitiva se produzca por vejez, después de los noventa. Así, todos vivimos en uno u otro universo hasta que morimos de vejez en nuestro último universo. Parece justo, ¿verdad?
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"Una cuestión personal" de Kenzaburo Oe.

jueves, 30 de agosto de 2012

Cheng I

"Mientras que los hombres, con la espalda doblada, hacen pequeños cálculos, construyen planes para los meses y los años venideros; por detrás, el destino se mofa en silencio.

Su calendario no es el de los hombres, tiene sus propias perspectivas, sus propias escalas de valor; desprecia los plazos humanos, sometidos a intereses demasiado inmediatos, demasiado visibles.

El destino aparta a los hombres de sus precarios itinerarios, justo en medio de su caminar, para ponerlos en una senda imprevisible de la que no conocen ni la distancia ni la dirección."
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La voz de Tianyi - Francoise Cheng

sábado, 25 de agosto de 2012

Libro vs. E-book

Esta semana fue el día del lector y quise hacer una reflexión acerca de los libros y sus nuevos formatos. Pese a que el libro electrónico cobró fuerza en los últimos años, recaudando más de 2.000 millones de dólares en el 2011, la mayoría de los ingresos de las editoriales provinieron de libros impresos, cuya venta sumó 11.100 millones de dólares en el mismo año.

Si tuviéramos que pensar cuáles son las ventajas de los libros electrónicos podríamos señalar la comodidad del dispositivo, el acceso a todos los libros del mundo disponibles en la red y el enorme ahorro al no depender de que se talen árboles para hacer papel y se impriman miles de ejemplares que nunca se hojearán.

En la otra orilla nos encontramos los defensores del libro tradicional, quienes obtenemos placer no sólo por la lectura de sus hojas, sino también por el tacto, el olfato y la vista. ¿Cómo comparar al e-book con los libros de Rousseau, Alberdi, Nietzsche de la biblioteca de mi bisabuelo? ¿Cómo puede comprenderse lo que significa leer La Iliada, Moby Dick o La Montaña Mágica sin sopesar el libro en nuestras manos? ¿Qué placer puede obtenerse al leer poesías en una pantalla gélida e inexistente?  

Como señala Karin Littau en su libro “Teorías de lectura” sobre la adicción al formato del libro: “…los hombres y mujeres que leen libros, que se levantan a la mañana con un libro en la mano y se van a dormir también con un libro, que se sientan a la mesa con él, lo tienen a su lado en el trabajo, lo llevan consigo en las caminatas y no pueden separarse de él hasta haberlo terminado. No hay ninguna adicción tan intensa como el lector hambriento de libros.”

En una de las últimas entrevistas realizadas al escritor mexicano Carlos Fuentes se le preguntaba si no le parecía horrible la idea de leer en una pantalla, en un libro virtual. A lo que Fuentes contestó: “¿Qué es eso? Yo no puedo leer en una pantalla. Yo necesito papel, tapas y el sentimiento físico de que tengo un objeto en la mano que es mío y me da algo. Porque ésa es la cultura del libro. La pantalla pues… allí suelo ver cine. El libro duerme contigo. Lo llevas de vacaciones. Yo amo el libro. El objeto-libro."

Evidentemente el e-book deberá romper un poderosísimo paradigma de lectura para lograr imponerse, pues el libro impreso no sólo está instalado en la estructura mental del lector sino que se ha tejido una relación fetichista con él.

Pero hay algo más y tiene que ver con nuestras bibliotecas personales. El hecho de poder contar con setenta mil volúmenes en un e-book no significa absolutamente nada, no hay nada de meritorio en eso. La biblioteca personal, en cambio, habla por nosotros; denota las elecciones que hemos ido realizando a lo largo de nuestra vida lectora, los esfuerzos que hemos hecho por comprender algunas autores y los escritores de cabecera a los que volvemos una y otra vez.

El e-book, como todos los progresos tecnológicos, ofrece como ventaja la posibilidad de tener todas las bibliotecas del mundo en un dispositivo minúsculo. Básicamente, la idea de la acumulación, de la ostentación, del alcance absoluto. Pero eso no tiene nada que ver con la lectura, sino con el capitalismo.

Cierro con palabras de Borges: “Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros. Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia de Brokhause. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo, el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres.”

lunes, 20 de agosto de 2012

¿Qué es lo que duele?


En el duelo real (la muerte) es la “prueba de realidad” lo que me muestra que el objeto amado ha cesado de existir.

En el duelo amoroso, el objeto no está ni muerto ni distante. Soy yo quien decido que su "imagen" debe morir. Durante ese tiempo, me será necesario pues sufrir dos desdichas contrarias: sufrir porque el otro esté presente y entristecerme porque esté muerto.

El enamorado que no olvida a veces, muere por exceso, fatiga y tensión de memorias. La miseria amorosa es indisoluble: se debe sufrir o salirse, arreglar es imposible.

Lo que el sujeto ama es el amor y no el objeto. Si un día debo renunciar al otro, el duelo violento que me embarga es el duelo de lo Imaginario: era una estructura querida y lloro la pérdida del amor, no de tal o de cual.

A través de ese llanto quiero impresionar a alguien, hacer presión sobre él (“Mirá lo que haces de mi”). Lloro para probarme que mi dolor no es una ilusión, las lágrimas son signos, no expresiones. A través de mis lágrimas cuento una historia, produzco un mito del dolor y desde ese momento me acomodo en él: puedo vivir con él, porque, al llorar, me doy un interlocutor enfático que resume el más “verdadero” de los mensajes, el de mi cuerpo, no el de mi lengua.

Las palabras ¿qué son? Una lágrima dirá más.
Soy feliz, pero estoy triste.
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Roland Barthes - "Fragmentos de un discurso amoroso"

jueves, 9 de agosto de 2012

El bastón de laca

María Kodama lo descubrió. Pese a su autoridad y a su firmeza, es curiosamente liviano. Quienes lo ven lo advierten; quienes lo advierten lo recuerdan.
Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio, infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir un recinto mágico.
Lo miro. Pienso en aquel Chuang Tzu que soñó que era una mariposa y que no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Lo miro. Pienso en el artesano que trabajó el bambú y lo dobló para que mi mano derecha pudiera calzar bien en el puño.
No sé si vive aún o si ha muerto.
No sé si es taoísta o budista o si interroga el libro de los sesenta y cuatro hexagramas.
No nos veremos nunca.
Está perdido entre novecientos treinta millones.
Algo, sin embargo, nos ata.
No es imposible que Alguien haya pretendido este vínculo.
No es imposible que el universo necesite este vínculo.

Jorge Luis Borges - "La cifra" (1981)
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¿Hay un lazo invisible que une y separa nuestros destinos de otras personas?
¿Estamos predestinados a cruzarnos con cada persona que pasa por nuestras vidas?
¿Hay un determinismo en lo que nos acontece o todo es una absurda casualidad que depende de nuestras decisiones?
¿Será verdad que el destino se encuentra por los caminos que tomamos para evitarlo?

miércoles, 1 de agosto de 2012

La pareja y el remo

Hace tiempo creía que la pareja era un deporte individual como el tenis, donde uno debe amar desde sus convicciones y no ceder ante las tácticas del rival. Si bien una pareja no es un oponente (aunque muchas veces pareciera que si), las demandas, manipulaciones y reclamos que se generan en todo vínculo amoroso son claras manifestaciones de esa lucha de poder ancestral por imponerse al otro.

Luego pensé que la pareja podía ser como el vóley, donde uno juega libremente con varias personas que van entrando y saliendo del partido. Pero la limitación estriba en que la poligamia exige enormes habilidades argumentativas y una memoria prodigiosa. Es agotador y uno termina comprobando que casi todas las jugadoras son iguales...

Acto seguido quise creer que la pareja ideal era con uno mismo, como los nadadores, que deben batir sus propios tiempos. Estar en armonía, equilibrado, libre y sin presiones externas; pero con el claro objetivo de superarse día a día. Sin embargo, la pareja narcisista tiene corta duración, porque uno no es tan interesante como cree y porque en algún momento se llega al máximo potencial.

Finalmente arribé a una contundente conclusión: La pareja es como el remo doble.

Sólo existe vínculo amoroso si ambos integrantes reman juntos y al unísono, en el mismo bote y en la misma dirección. Por tal motivo es complejo “durar” con alguien; porque a menudo se tiene otro timing de remada o nos gusta llevarnos la contra. También sucede que hay otros botes más interesantes que el nuestro o destinos más prodigiosos.

Pero suponiendo que podemos gambetear todas estas complicaciones, hay algo incluso mucho más complicado y del orden de la confianza. Uno siempre cree que está en la parte delantera del bote y esto lógicamente genera la sensación de que siempre somos nosotros los que remamos la relación.

Mientras tanto, ¿qué estará haciendo el otro a nuestras espaldas? ¿Remará igual de fuerte que yo? ¿Estará frenando el bote o aprovechará cómodamente el envión de mi esfuerzo? ¿Y si ya se tiró al agua hace tres meses?

Si dejara de remar: ¿el bote seguiría avanzando?

¿Tenemos el mismo objetivo reconociendo nuestras limitaciones y posibilidades o uno de los dos es un oportunista que busca la medalla sin mover un dedo?

¿Quién está allí a nuestras espaldas: una pareja, un rival o nadie?

Imposible saberlo.
Lo único que podemos hacer es cerrar los ojos, confiar y seguir remando.

jueves, 26 de julio de 2012

Estereotipos Amorosos

Amé o amaré muchas veces en mi vida.

Si bien todo amor es vivido como único, el sujeto rechaza la idea de repetirlo más tarde en otra parte y con otras personas. Sin embargo, finalmente comprende que está condenado a errar hasta la muerte, de amor en amor.

En ese camino errático de amores diversos, ¿ocurre pues que mi deseo, por especial que sea, se aferre a un "tipo"? ¿Hay, entre todos los seres que amé, un rasgo común, uno solo, por tenue que sea, que me permita decir: “He aquí mi tipo!”, “Es totalmente mi tipo” o “No es del todo mi tipo”? ¿En qué rincón del cuerpo adversario debo leer mi verdad?

Aún hallando mi "tipo", de pronto el otro hace un gesto por el cual se descubre en él otra raza. Siento vergüenza por el otro. ¿Será vulgar ese otro, de quien yo alababa su elegancia y su originalidad?

La mala imagen surge cuando el otro se muestra gregario, desprendido de su unicidad. No sólo mi "tipo" deja de ser único, sino que mi deseo comienza a evaporarse. De hecho, la mayor parte de las heridas me vienen de ese estereotipo derribado: entonces estoy obligado a hacerme el enamorado, a estar celoso, abandonado, frustrado, como todos.

Por tal motivo, es la originalidad de la relación lo que es preciso conquistar.
Cuando la relación es original, el estereotipo es conmovido, rebasado, eliminado.
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Fragmentos de un discurso amoroso - Roland Barthes

sábado, 21 de julio de 2012

Lo que te hace falta es un hijo

¿Qué es lo que lleva a la gente a tener hijos? ¿Son los hijos objetos de consumo? ¿Trofeos para ser exhibidos ante familiares demandantes o tapones que evitan las filtraciones del vínculo amoroso?

Sin generalizar, pues mucha gente demuestra cualidades notables para ser padre, sorprende el convencimiento de muchas parejas que optan por la concepción. Personas muy bien intencionadas, pero con una ignorancia supina sobre algo crucial: la realidad.

La "idea de tener un hijo” es tan poderosa que barre por completo cualquier análisis racional de dicha decisión. Posiciona al sujeto en un lugar de apuesta orillera contra la vida: “Tengo que probarme a mi mismo/a que puedo tenerlo” o “Si no tengo hijos este año después no voy a poder”. Todos pensamientos sin el menor sustento racional.

Son empujes del estado de ánimo, arrebatos del humor, idealizaciones fantasmagóricas, paraísos inexistentes. La “idea de tener un hijo” es probablemente la construcción disfuncional más fuerte de la psíquis humana, no porque querer tener hijos esté mal, sino porque es la decisión más trascendente que se toma con la menor información posible. Es una decisión sostenida por la tradición y el mito. Es, tal vez, el gran mandato universal.

Así entonces llegan los hijos y las consecuencias: incapacidad para adoptar el nuevo rol, negación de la responsabilidad y frustración porque todo ha cambiado para siempre.

El “Yo” se esfuma para siempre y la individualidad se transforma en una argamasa difícil de conceptualizar. “Yo” ya no soy “Yo”, soy otra cosa. ¿Estoy preparado para transformarme en otra cosa? ¿Sospecho, por lo menos, que es inevitable convertirse en otra cosa? ¿Estoy preparado psicologicamente para despertar como una cucaracha kafkiana?

Nadie lo sospecha, ni lo piensa, ni lo elabora. Todas esas preguntas caen de golpe con el niño en brazos y llorando como un marrano. Demasiado tarde para lágrimas. La nueva vida ha invadido: más trabajo, bañarlos, vestirlos, alimentarlos, llevarlos al colegio, ayudarlos con la tarea y con suerte mirar una hora de tele. Por suerte existe el fin de semana. Una vida apasionante para aquellos padres que pensaron la decisión; un infierno en la tierra para los que "hicieron lo que sintieron".

Muchas veces se dice que los que no tienen hijos son irresponsables e inmaduros. 
¿Pero qué sucede con los irresponsables que sí tienen hijos? ¿Quiénes son peores?

En la era de la inmediatez, de lo fugaz, del cambio permanente, de la flexibilidad, de las libertades individuales, del placer hedonista y de la liviandad: ¿es un hijo lo que realmente queremos? o ¿es esta una decisión que perteneció a otro mundo y a otra época?

¿Es necesario un hijo? ¿Con quien lo tendríamos? ¿Por qué? ¿Para qué?

Dice Milan Kundera: “La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas. En una situación dada sólo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones.”