jueves, 30 de agosto de 2012

Cheng I

"Mientras que los hombres, con la espalda doblada, hacen pequeños cálculos, construyen planes para los meses y los años venideros; por detrás, el destino se mofa en silencio.

Su calendario no es el de los hombres, tiene sus propias perspectivas, sus propias escalas de valor; desprecia los plazos humanos, sometidos a intereses demasiado inmediatos, demasiado visibles.

El destino aparta a los hombres de sus precarios itinerarios, justo en medio de su caminar, para ponerlos en una senda imprevisible de la que no conocen ni la distancia ni la dirección."
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La voz de Tianyi - Francoise Cheng

sábado, 25 de agosto de 2012

Libro vs. E-book

Esta semana fue el día del lector y quise hacer una reflexión acerca de los libros y sus nuevos formatos. Pese a que el libro electrónico cobró fuerza en los últimos años, recaudando más de 2.000 millones de dólares en el 2011, la mayoría de los ingresos de las editoriales provinieron de libros impresos, cuya venta sumó 11.100 millones de dólares en el mismo año.

Si tuviéramos que pensar cuáles son las ventajas de los libros electrónicos podríamos señalar la comodidad del dispositivo, el acceso a todos los libros del mundo disponibles en la red y el enorme ahorro al no depender de que se talen árboles para hacer papel y se impriman miles de ejemplares que nunca se hojearán.

En la otra orilla nos encontramos los defensores del libro tradicional, quienes obtenemos placer no sólo por la lectura de sus hojas, sino también por el tacto, el olfato y la vista. ¿Cómo comparar al e-book con los libros de Rousseau, Alberdi, Nietzsche de la biblioteca de mi bisabuelo? ¿Cómo puede comprenderse lo que significa leer La Iliada, Moby Dick o La Montaña Mágica sin sopesar el libro en nuestras manos? ¿Qué placer puede obtenerse al leer poesías en una pantalla gélida e inexistente?  

Como señala Karin Littau en su libro “Teorías de lectura” sobre la adicción al formato del libro: “…los hombres y mujeres que leen libros, que se levantan a la mañana con un libro en la mano y se van a dormir también con un libro, que se sientan a la mesa con él, lo tienen a su lado en el trabajo, lo llevan consigo en las caminatas y no pueden separarse de él hasta haberlo terminado. No hay ninguna adicción tan intensa como el lector hambriento de libros.”

En una de las últimas entrevistas realizadas al escritor mexicano Carlos Fuentes se le preguntaba si no le parecía horrible la idea de leer en una pantalla, en un libro virtual. A lo que Fuentes contestó: “¿Qué es eso? Yo no puedo leer en una pantalla. Yo necesito papel, tapas y el sentimiento físico de que tengo un objeto en la mano que es mío y me da algo. Porque ésa es la cultura del libro. La pantalla pues… allí suelo ver cine. El libro duerme contigo. Lo llevas de vacaciones. Yo amo el libro. El objeto-libro."

Evidentemente el e-book deberá romper un poderosísimo paradigma de lectura para lograr imponerse, pues el libro impreso no sólo está instalado en la estructura mental del lector sino que se ha tejido una relación fetichista con él.

Pero hay algo más y tiene que ver con nuestras bibliotecas personales. El hecho de poder contar con setenta mil volúmenes en un e-book no significa absolutamente nada, no hay nada de meritorio en eso. La biblioteca personal, en cambio, habla por nosotros; denota las elecciones que hemos ido realizando a lo largo de nuestra vida lectora, los esfuerzos que hemos hecho por comprender algunas autores y los escritores de cabecera a los que volvemos una y otra vez.

El e-book, como todos los progresos tecnológicos, ofrece como ventaja la posibilidad de tener todas las bibliotecas del mundo en un dispositivo minúsculo. Básicamente, la idea de la acumulación, de la ostentación, del alcance absoluto. Pero eso no tiene nada que ver con la lectura, sino con el capitalismo.

Cierro con palabras de Borges: “Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros. Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia de Brokhause. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo, el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres.”

lunes, 20 de agosto de 2012

¿Qué es lo que duele?


En el duelo real (la muerte) es la “prueba de realidad” lo que me muestra que el objeto amado ha cesado de existir.

En el duelo amoroso, el objeto no está ni muerto ni distante. Soy yo quien decido que su "imagen" debe morir. Durante ese tiempo, me será necesario pues sufrir dos desdichas contrarias: sufrir porque el otro esté presente y entristecerme porque esté muerto.

El enamorado que no olvida a veces, muere por exceso, fatiga y tensión de memorias. La miseria amorosa es indisoluble: se debe sufrir o salirse, arreglar es imposible.

Lo que el sujeto ama es el amor y no el objeto. Si un día debo renunciar al otro, el duelo violento que me embarga es el duelo de lo Imaginario: era una estructura querida y lloro la pérdida del amor, no de tal o de cual.

A través de ese llanto quiero impresionar a alguien, hacer presión sobre él (“Mirá lo que haces de mi”). Lloro para probarme que mi dolor no es una ilusión, las lágrimas son signos, no expresiones. A través de mis lágrimas cuento una historia, produzco un mito del dolor y desde ese momento me acomodo en él: puedo vivir con él, porque, al llorar, me doy un interlocutor enfático que resume el más “verdadero” de los mensajes, el de mi cuerpo, no el de mi lengua.

Las palabras ¿qué son? Una lágrima dirá más.
Soy feliz, pero estoy triste.
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Roland Barthes - "Fragmentos de un discurso amoroso"

jueves, 9 de agosto de 2012

El bastón de laca

María Kodama lo descubrió. Pese a su autoridad y a su firmeza, es curiosamente liviano. Quienes lo ven lo advierten; quienes lo advierten lo recuerdan.
Lo miro. Siento que es una parte de aquel imperio, infinito en el tiempo, que erigió su muralla para construir un recinto mágico.
Lo miro. Pienso en aquel Chuang Tzu que soñó que era una mariposa y que no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre.
Lo miro. Pienso en el artesano que trabajó el bambú y lo dobló para que mi mano derecha pudiera calzar bien en el puño.
No sé si vive aún o si ha muerto.
No sé si es taoísta o budista o si interroga el libro de los sesenta y cuatro hexagramas.
No nos veremos nunca.
Está perdido entre novecientos treinta millones.
Algo, sin embargo, nos ata.
No es imposible que Alguien haya pretendido este vínculo.
No es imposible que el universo necesite este vínculo.

Jorge Luis Borges - "La cifra" (1981)
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¿Hay un lazo invisible que une y separa nuestros destinos de otras personas?
¿Estamos predestinados a cruzarnos con cada persona que pasa por nuestras vidas?
¿Hay un determinismo en lo que nos acontece o todo es una absurda casualidad que depende de nuestras decisiones?
¿Será verdad que el destino se encuentra por los caminos que tomamos para evitarlo?

miércoles, 1 de agosto de 2012

La pareja y el remo

Hace tiempo creía que la pareja era un deporte individual como el tenis, donde uno debe amar desde sus convicciones y no ceder ante las tácticas del rival. Si bien una pareja no es un oponente (aunque muchas veces pareciera que si), las demandas, manipulaciones y reclamos que se generan en todo vínculo amoroso son claras manifestaciones de esa lucha de poder ancestral por imponerse al otro.

Luego pensé que la pareja podía ser como el vóley, donde uno juega libremente con varias personas que van entrando y saliendo del partido. Pero la limitación estriba en que la poligamia exige enormes habilidades argumentativas y una memoria prodigiosa. Es agotador y uno termina comprobando que casi todas las jugadoras son iguales...

Acto seguido quise creer que la pareja ideal era con uno mismo, como los nadadores, que deben batir sus propios tiempos. Estar en armonía, equilibrado, libre y sin presiones externas; pero con el claro objetivo de superarse día a día. Sin embargo, la pareja narcisista tiene corta duración, porque uno no es tan interesante como cree y porque en algún momento se llega al máximo potencial.

Finalmente arribé a una contundente conclusión: La pareja es como el remo doble.

Sólo existe vínculo amoroso si ambos integrantes reman juntos y al unísono, en el mismo bote y en la misma dirección. Por tal motivo es complejo “durar” con alguien; porque a menudo se tiene otro timing de remada o nos gusta llevarnos la contra. También sucede que hay otros botes más interesantes que el nuestro o destinos más prodigiosos.

Pero suponiendo que podemos gambetear todas estas complicaciones, hay algo incluso mucho más complicado y del orden de la confianza. Uno siempre cree que está en la parte delantera del bote y esto lógicamente genera la sensación de que siempre somos nosotros los que remamos la relación.

Mientras tanto, ¿qué estará haciendo el otro a nuestras espaldas? ¿Remará igual de fuerte que yo? ¿Estará frenando el bote o aprovechará cómodamente el envión de mi esfuerzo? ¿Y si ya se tiró al agua hace tres meses?

Si dejara de remar: ¿el bote seguiría avanzando?

¿Tenemos el mismo objetivo reconociendo nuestras limitaciones y posibilidades o uno de los dos es un oportunista que busca la medalla sin mover un dedo?

¿Quién está allí a nuestras espaldas: una pareja, un rival o nadie?

Imposible saberlo.
Lo único que podemos hacer es cerrar los ojos, confiar y seguir remando.