domingo, 17 de noviembre de 2013

Crisis de sentidos

"...Pienso que nada tiene sentido. Miro a mi alrededor. Todo me resulta conocido, todo está perfectamente ordenado, en su sitio exacto, situado en el tiempo y en el espacio: esta es mi casa, mi nombre figura en la puerta, mi dirección y mi número de teléfono están en la guía, éstos son mis muebles, en esa habitación está descansando mi mujer…
Todo está bien y, sin embargo, así, todo junto, carece de sentido. No sé cómo explicarlo. No lo comprendo ni yo mismo. ¿Qué sentido tiene todo? Bueno, quizás no deba tener un sentido determinado. Es la realidad, si… Pero entonces, ¿qué ha ocurrido?
 
Hay que arreglar algo enseguida. Habría que cambiar los muebles de sitio. Habría que cambiar el sistema de calefacción. Habría que salir de viaje unos días. Tal vez sería una idea inteligente y acertada cambiar de profesión.
 
Me invade un miedo terrible. Tengo la sensación de que ha ocurrido algo. ¿La sensación? No, sé con certeza absoluta que ha ocurrido algo.
 
Mi mujer está durmiendo, no puedo despertarla de golpe, sin una razón…, pero sé que algo ha ocurrido, ahora mismo, o hace unos instantes, o hace años y ahora acabo de darme cuenta, porque ese algo ha tardado en llegar hasta mí. Algo ha ocurrido en algún momento, pero ¿cuándo? ¿Quién sería capaz de fijar, de fotografiar, de definir con seguridad el instante en el que algo se ha roto entre dos personas? ¿Cuándo ha sucedido? ¿Por la noche, cuando dormía? ¿Al mediodía, durante la comida? ¿Hace un momento o hace mucho tiempo y no llegamos a advertirlo?
 
Desde entonces seguimos viviendo, charlando, besándonos, durmiendo juntos, buscando la mano del otro, su mirada. ¿Hasta cuándo se puede seguir viviendo así? Mucho tiempo, ya lo sé. ¿Qué nos espera ahora? Ponernos en camino en medio de la oscuridad, en el mundo gris, vacío y frío…y vivir así muchos años. Comer, dormir, hacer el amor…sí, ¿por qué no? Como hasta ahora.
 
Porque ya sé que vivimos así no desde ayer ni desde el año pasado, sino desde que nos conocimos. Uno no se da cuenta. No quiere darse cuenta, no se atreve a ver que la vida, de pronto, carece de sentido, de contenido."
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Divorcio en Buda - Sandor Marai 

jueves, 24 de octubre de 2013

El "Hombre All In"

El término "all in" es utilizado en los casinos y hace referencia al hecho de apostar todas las fichas que se poseen a un solo número. Suerte o verdad. Vida o muerte.
 
Pero si extrapolamos el término a la vida amorosa, podríamos decir que se trata de aquel sujeto dispuesto a dar lo que no tiene por una mujer que no lo amará nunca. Es el “Hombre all in”, un sujeto caracterizado por su falta de atractivo físico, carácter, autoestima e inteligencia. Sin embargo, todas estas falencias se ven suplidas por su apuesta rotunda y apasionada por lograr el afecto o la compasión de una mujer.
 
El “hombre all in” realiza todo tipo de proezas románticas, a saber: colocación y mantenimiento de pasacalles con declaraciones pomposas y merecedoras del escarnio público, diseño y envío de powerpoints con temáticas superficiales, lectura de autores que no comprende para sugerir una intelectualidad de pizzería, composición de piezas musicales de pésimo gusto que suelen cantar a gritos en fiestas familiares, escritura de poemas sin métrica ni metáfora alguna, entre otras atrocidades.
 
Son sujetos que permanentemente buscan ser introducidos por terceros y, en lo posible, a la fuerza. Luego de insistir hasta el cansancio logran la conquista amorosa, porque bien es sabido que el burro se aparea por insistencia y no por apariencia. Este modesto triunfo se debe a dos cuestiones que casi siempre son inseparables: la falta total de dignidad y orgullo del “hombre all in” y la desesperación de las mujeres por acomodarse al lado de cualquier pelmazo antes de quedarse solas.
 
Una vez consumada la parejita, el "hombre all in" aprovecha los feriados puente para realizar viajes a la Costa Atlántica y así desatar su amor adolescente. Cree que caminar por las playas de Santa Teresita en el mes de Agosto es la dicha más maravillosa que la vida puede depararle a un ser humano. Tira caracoles al mar intentando hacer sapito, aunque pocas veces lo logra. Adora correr hasta el muelle de la mano de su prometida, sin antes rodar por la arena y besarla apasionadamente como si fuera el protagonista de una película de Truffaut. Finalmente se encarga de subir ciento cuarenta y dos fotos de pésima calidad artística a su Facebook, etiquetando cada acción con frases como: “Comiendo rabas en el puerto, mmmmm!”, “Medialunas calentitas y matienzo, esto es vida!”, “Mientras el sol se pone, yo me saco...pero de amor por vos!” o bien “Todo lo bueno termina, peaje, buuuuu!”.
 
Uno de los datos más reveladores para identificar a un “hombre all in” es que suele ser apodado como: Pa, Bichi, Papu, Bebu, Gordis o Amorcis, entre otros vocablos denostables. También destacan por ser el centro de atención en todas las fiestas donde suenan "Los Auténticos Decadentes" o "La Mosca", suelen ganarse el cariño de tíos pelados y hostiles a base de humoradas callejeras, se ofrecen como chofer para el acarreo de familiares a diferentes localidades del conurbano bonaerense y siempre estarán bien dispuestos a pasar Navidad, Año Nuevo, Reyes y Pascua con la familia de su prometida y olvidando a sus propios lazos de sangre y amistades más íntimas.
 
Pues bien, todos sabemos que no hay nada que enamore más a una mujer que este tipo de hombres. Aunque ellas lo nieguen rotundamente, el “hombre all in” activa un mecanismo inconsciente en la psiquis femenina asociado a la idea de que el hombre debe “dar todo por ellas”, de que deben ser elegidas con contundencia y apasionamiento, con aplomo y con seguridad.
 
Pero no nos engañemos, la mujer nunca ama a estos sujetos. Ellas solamente quieren cumplir un mandato: que alguien apueste todas sus fichas por ellas. Fueron educadas para convertirse en el número definitivo y final en la vida de un hombre. Ese número por el cual el "hombre all in" apostará toda su fortuna.
 
Y como ya sabemos, el que gana siempre es el casino.

martes, 15 de octubre de 2013

Verdad y Vejez

"Uno envejece poco a poco, primero envejece su gusto por la vida, por los demás, ya sabes, todo se vuelve tan real, tan conocido, tan terrible y aburridamente repetido. Eso también es la vejez. Cuando ya sabes que un vaso no es más que un vaso. Y que un hombre no es más que un hombre, un pobre desgraciado, un ser mortal, haga lo que haga…
 
Luego envejece tu cuerpo, no todo a la vez, no, primero envejecen tus ojos, o tus piernas, o tu estómago o tu corazón. Envejecemos así, por partes. Más tarde, de repente, empieza a envejecer el alma: porque por muy viejo y decrépito que sea ya tu cuerpo, tu alma sigue rebosante de deseos, y de recuerdos, busca y se exalta, desea el placer. Cuando se acaba el deseo de placer, ya sólo quedan los recuerdos, las vanidades, y entonces sí que envejece uno, fatal y definitivamente.
 
Un día te despiertas y te frotas los ojos, y ya no sabes para qué te has despertado. Lo que el nuevo día te traiga, ya lo conoces de antemano: la primavera, el invierno, los paisajes, el clima, el orden de la vida. Ya no puede ocurrirte nada imprevisto: no te sorprende ni lo inesperado, ni lo inusual, ni siquiera lo horrendo, porque ya conoces todas las posibilidades, ya lo tienes todo visto y calculado, ya no esperas nada, ni lo bueno, ni lo malo…y esto precisamente es la vejez.
Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente…porque las personas se comunican por símbolos. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconderse, de disimular.
La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de la que piensan, de lo que quieren de verdad…
Si, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte."
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El último encuentro - Sandor Marai

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Civilización y Barbarie?

Es indudable que la civilización tiene sus ventajas sobre la barbarie; pero no tantas como aseguran los que se dicen civilizados. La civilización consiste, si yo me hago una idea exacta de ella, en varias cosas.
 
En usar cuellos de papel, que son los más económicos, botas de charol y guantes de cabritilla. En que haya muchos médicos y muchos enfermos, muchos abogados y muchos pleitos, muchos soldados y muchas guerras, muchos ricos y muchos pobres. En que se impriman muchos periódicos y circulen muchas mentiras. En que se edifiquen muchas casas, con muchas piezas y muy pocas comodidades. En que funcione un gobierno compuesto de muchas personas como presidente, ministros, congresales, y en que se gobierne lo menos posible. 
 
¿Qué hacen los gobiernos, entonces? ¿No nos dice la civilización todos los días en grandes letras que el gobierno es para el pueblo? ¿Qué en lugar de invertir los dineros públicos en torpes guerras debe aplicarnos a mejorar la condición del pueblo? ¿No hay inspectores de puentes y caminos, inspectores de aduanas, inspectores de fronteras, inspectores de escuelas, inspectores de todo, y así va ello?
 
Decididamente la civilización es, de todas las invenciones modernas, una de las más útiles al bienestar y a los progresos del hombre. Empero, mientras los gobiernos no pongan remedio a ciertos males, yo continuaré creyendo en nombre de mi escasa experiencia, que mejor se duerme en la calle o en la Pampa que en algunos hoteles.
 
¿Qué más podían hacer aquellos bárbaros, sino lo que hacían? ¿Les hemos enseñado algo nosotros, que revele la disposición generosa, humanitaria, cristiana de los gobiernos que rigen los destinos sociales? 
 
Nos roban, nos cautivan, nos incendian las poblaciones, es cierto. ¿Pero qué han de hacer, si no tienen hábito de trabajo? ¿Los primeros albores de la humanidad presentan acaso otro cuadro? ¿Qué era Roma un día? Una gavilla de bandoleros, rapaces, sanguinarios, crueles, traidores.
 
¿Y entonces, qué tiene que decir nuestra decantada civilización? Quejarnos de que los indios nos asuelen, es lo mismo que quejarnos de que los gauchos sean ignorantes, viciosos, atrasados.


¿A quién la culpa, sino a nosotros mismos?
 
Lucio V. Mansilla - Una excursión a los indios Ranqueles (1870)
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Pasaron casi 150 años desde la publicación de este libro.
Cualquier similitud con la realidad actual NO es pura coincidencia.
 

martes, 30 de julio de 2013

Reservado

"No reniego del amor, nada de eso. Es el mayor poder sobre la Tierra. Sin embargo, a veces siento que cuando los hombres nos aman, porque no pueden hacer otra cosa, al mismo tiempo desprecian un poco ese sentimiento.
 
En todos los hombres de verdad hay un espacio reservado, como si quisieran ocultar parte de su ser y de su alma a la mujer que aman, como si dijeran: «Hasta aquí, querida, y no más allá. Aquí, en la séptima habitación, quiero estar solo.»
 
A las mujeres tontas esto las hace enfurecer de rabia.
Las inteligentes se entristecen, sienten curiosidad, pero,
al final, se resignan."
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Sandor Marai - "La mujer justa"

domingo, 24 de febrero de 2013

El Negocio de la Felicidad

Se vende a sí mismo como un “…autor de exitosos libros de superación personal con gran repercusión en ventas, público y crítica”. Como si esta risueña auto-adulación no fuera suficiente, se considera como “alguien que posee una aguda mirada, un don particular para el análisis sobre el mundo, la vida y las circunstancias por las que las personas deben atravesar.” ¿Qué quedaría entonces para Einstein, Newton, Shakespeare o Freud?
 
Como para colmar esta absoluta falta de vergüenza, dice haberse convertido en “un hombre de consulta de personalidades y empresas en Argentina y Latinoamérica”. Esto deja a las claras que lo que sobra son consultas y lo que falta son consultores.
 
No es necesario que diga su nombre, porque en estas auto-definiciones podemos reconocer a todos aquellos “gurúes” que se creen poseedores de una verdad, de una teoría desconocida, de un camino ideal para alcanzar la plenitud, de un don natural para acercar a la gente a la felicidad absoluta.
 
Sólo voy a decir que este iluminado no sólo ha logrado escribir dos libros, sino que también ha podido venderlos, lo cual no habla muy bien de los lectores. En las redes sociales, cuenta con más de cinco mil seguidores que se encuentran absolutamente subyugados y agradecidos por haber encontrado la clave para ser felices.
 
Parece ser que la fórmula de su rotundo éxito es hablar de cosas obvias en su programa de televisión, con un tono muy pausado y poniendo cara de científico, como si estuviera explicándonos la expansión del universo y la materia galáctica.
 
A continuación, algunas frases textuales que me parecen perfectas para graficar esta crítica:
 
1) Todos tenemos luces y sombras.
2) Existen muchas personas que desconocen como subir una escalera que existe, pero en principio es invisible.
3) Cada esfuerzo renovado, cada nuevo intento, generará tu nueva piel.
4) ¿Se puede experimentar simultáneamente tristeza y alegría por temas diferentes?
5) El que debe dirigir tu vida eres tú y no tus personajes o fantasmas.
6) Hay personas que tienen sueños y su problema es hacerlo realidad.
7) Hay personas que no saben que tienen sueños y su problema es descubrirlos.
 
Siempre creí que la comprensión de la problemática humana requería mucho más que recopilar historias de vida y escribir frases obvias. Para lograr tener una aproximación a la complejidad del ser humano debemos ser analíticos, estudiosos, amantes de la complejidad, incrédulos y un tanto suspicaces ante cualquier salida fácil.
 
Si los problemas de los seres humanos apenas pueden ser comprendidos por quienes los padecen, ¿cómo puede alguien decirles con dos frases qué es lo que deben hacer para ser felices? ¿Cómo puede ser que con un libro y un programa de televisión, la gente se entregue de un modo fanático e irracional a un camino que no lleva a ninguna parte? ¿Por qué la gente necesita que le digan rápido y sin dificultad lo que quiere oír, para ser feliz de una vez por todas? ¿Por qué se niegan a pensar con mayor profundidad y compromiso el camino que la vida les ha deparado?
 
Tal vez sea porque hace muchos años han arraigado esas frases falaces como: “Si querés, podés”; “Si lo soñás, lo lográs” o “ Si lo visualizás, se hará realidad”.
 
Ese es un camino falso y apócrifo, que lo único que busca es la rentabilidad económica para el que habla y el estancamiento emocional para el que sufre. Se me dirá que mucha gente se ha curado al leer estos libros o al ver estos programas, a lo que responderé: nadie puede curarse de una enfermedad que no conoce, nadie puede curarse de una fractura expuesta leyendo un libro o viendo un programa de televisión.
 
Sin embargo: ¿Por qué la gente cree que si puede curar sus dolores emocionales al leer “El que debe dirigir tu vida eres tú”? No se está curando, sólo está entusiasmado porque encontró un parche que tapa su agujero existencial. Pero, como ya sabemos, todos los parches son pasajeros y los agujeros existenciales no.
 
Para trabajar nuestros dolores y sufrimientos hay que ser más serios, más profundos, más metódicos y rigurosos. La psíquis humana no puede ser subestimada del modo en que lo hacen estos pseudo-psicólogos de feria que se escudan en la típica frase: “Mucha gente me escribe diciendo que mis libros le hacen bien”, porque justamente se trata de dejar de “hacerle bien” a la gente para que en realidad puedan encontrarse con su “verdad”, las causas profundas de sus dolores y sufrimientos.
 
El camino hacia la superación, la plenitud y el potencial (si es que todo esto existe) nunca puede ser un camino de dicha y alegría. Al contrario, es doloroso, traumático, complejo y contradictorio. Y así y todo no existen garantías de que ciertos dolores dejen de dolernos. 
 
Todos parecieran querer encontrar una llave mágica que los haga felices. Quieren que sea fácil, rápido y barato. Todos quieren ser “felices”, lograr sus “sueños”, alcanzar sus “metas”. Todo el discurso tiene que ver con llegar a algún lado y cuando finalmente lleguen allí, entonces sabrán lo que es la felicidad. 
 
Lamento decepcionarlos, pero nadie llega nunca a ningún lado. Nadie puede ser “feliz”, ni lograr sus “sueños”, ni alcanzar sus “metas”; porque si todo eso sucediera, el deseo se acabaría y la muerte sería la única salida.
 
No hay que llegar a ningún lado, no hay que lograr nada, no hay que leer ningún libro para ser feliz ni ver ningún programa para alcanzar nuestros sueños. La vida sólo puede vivirse de una forma: viviéndola. Y si queremos comprenderla, entonces debemos trabajar con seriedad y compromiso hasta llegar al fondo de nuestras emociones y pensamientos. La verdad no es gratis. 
 
Como decía un verdadero escritor: “La mayoría de la gente no vive, apenas existe.”

jueves, 14 de febrero de 2013

San Valentín o la Felicidad Imperfecta

Hoy se celebra el día de los enamorados cenando en restaurantes de etiqueta, recitando promesas que nunca se cumplirán y regalando objetos onerosos para confirmar el valor del sentimiento.
 
Millones de maníacos gritarán a los cuatro vientos: te amo! Aunque muchos no están diciéndoselo a la persona indicada, aunque otros saben que todavía no ha llegado la persona indicada, aunque todos temen que tarde o temprano fracasará. 
 
San Valentín: Otra batalla ganada por la cultura de masas y perdida por la individualidad del sujeto humano.
 
Porque en definitiva: ¿Qué es lo que se festeja? ¿Haberse enamorado alguna vez de alguien o seguir enamorado de alguien que ya no está? ¿Estar enamorado de nuestra pareja actual o esperar que en algún momento podamos enamorarnos de el/ella?
 
¿Cuánto dura el enamoramiento? ¿Cómo determinar si uno está enamorado, acomodado, cómodo o simplemente aburrido? ¿Cómo se mide el nivel de enamoramiento de ambos miembros de la pareja? ¿Será parejo dicho nivel de sentimiento? ¿Qué significa "amar"?


Sandor Marai puede darnos una respuesta: "Durante años he pensado que amar significa conocer a la otra persona, conocerla perfectamente, con todos sus secretos; conocer cada rincón de su cuerpo, cada reflejo, conocer a fondo su alma, cada una de sus emociones. Quizás sea esto, quizás conocer sea lo mismo que amar. Pero eso sólo es una teoría. Después de todo ¿qué quiere decir “conocer”? ¿Cuánto se puede conocer a un ser humano? ¿Hasta dónde se puede seguir a un alma desconocida? ¿Hasta sus sueños? ¿Y luego adónde?"

Sigo sin saber que significa “amar”.
 
"¿Acaso se puede saber? ¿Y de qué sirve saberlo? No tiene nada que ver con la razón. Seguramente el amor es algo más que el conocimiento. Amar debe ser algo parecido a seguir el mismo ritmo, una casualidad tan maravillosa como si en el universo hubiese dos meteoros con la misma trayectoria, la misma órbita y la misma materia. Una casualidad tal que no se puede ni calcular ni prever. Tal vez ni exista siquiera. Dos personas a las que les gustan las mismas comidas y la misma música, que caminan al mismo ritmo por la calle y que se buscan al mismo ritmo en la cama: quizás sea eso el amor.

Yo imagino que los encuentros de ese tipo deben de ser místicos. La vida real no se basa en tales probabilidades. Creo que las personas que siguen el mismo ritmo, que segregan sus hormonas al mismo tiempo, que piensan lo mismo de las cosas y lo expresan con palabras idénticas… Bueno, creo que eso no existe. Una de las dos será más lenta y la otra más rápida, una es tímida, la otra osada, una ardiente, la otra tibia. Así es como hay que tomar la vida, los encuentros.

Hay que aceptar la felicidad así, en su estado imperfecto."
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viernes, 25 de enero de 2013

Del dicho al hecho

Uno siempre responde con su vida entera a las preguntas más importantes. No importa lo que diga, no importa con qué palabras y con qué argumentos trate de defenderse. Al final, al final de todo, uno responde a todas las preguntas con los hechos de su vida: a las preguntas que el mundo le ha hecho una y otra vez. 
 
Las preguntas son éstas: ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿Qué has sabido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o con cobardía? Estas son las preguntas. Uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo: eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera.
 
¿Qué valor tienen las respuestas que se dan con palabras y no con la veracidad de la vida humana? Muy poco. Son muy pocas las personas cuyas palabras concuerdan con su existencia. Cuando eso sucede, se produce una de las maravillas más raras de la vida.
 
Quizás no se pueda hacer nada más que esto en la vida: adaptar la realidad, con inteligencia y con atención, a esa otra realidad irrevocable, el carácter personal. Esto es lo único que podemos hacer. Y sin embargo, así tampoco seremos más sabios, ni estaremos más resguardados frente a las adversidades.
 
No existe ningún ser humano lo bastante fuerte e inteligente para evitar mediante palabras o acciones el destino fatal que le deparan las leyes inevitables de su propia naturaleza y carácter.
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Sandor Marai - "El último encuentro"
 

domingo, 20 de enero de 2013

Cuentos de la Oficina

Entra. No repares en el sol que dejas en la calle. Tienes el domingo para bebértelo todo y golosamente, como un vaso de rubia cerveza en una tarde de calor. Hoy, deja el perezoso y contemplativo sol en la calle. Tú, entra.
 
En la calle también está el viento. El viento que corre jugando con fantasmas. Fantasma él también, pues no se ve con los ojos de la cara, y se lo siente. El viento es juguetón como un recental; esto no es serio. Tú entra.
 
Deja en la calle sol, viento, movimiento loco; tú, entra.
 
¿Qué podrías hacer en la calle? ¿No tienes vergüenza, estúpido sentimental, regodearte con el sol como un anciano blanco, y esqueletoso, y centenario? ¿No te humilla, en tu actual situación de muchacho fornido, dejarte forrar por el viento como una hoja dentro de un remolino?
 
¡Y la lluvia! No te avergonzaré recordándote que los otros días estuviste tres horas ¡tres horas!, contemplando tras la vidriera del café, caer y caer y caer, monótonamente, estúpidamente, una larga, monótona y estúpida lluvia. Entra, entra.
 
Entra; penetra en mi vientre, que no es oscuro, porque, ¡mira cuántos Osram flechan sus luminosos ojos de azufre encendido como pupilas de gata! Penetra en mi carne, y estarás resguardado contra el sol que quema, el viento que golpea, la lluvia que moja y el frío que enferma.
 
Entra; así tendrás la certeza —que dará paz a tu espíritu— de obtener todos los días pan para tu boca y para la boca de tus pequeñuelos. ¡Tus pequeñuelos, tus hijos, los hijos de tu carne y de tu alma y de la carne y del alma de la compañera que hace contigo el camino! Entra; acuérdate de ellos; entra.
 
Además, cumplirás con tu deber. Tu deber. ¿Entiendes? El trabajo no deshonra, sino que ennoblece. La Vida es un Deber. El hombre ha nacido para trabajar. Entra; urge trabajar. La vida moderna es complicada como una madeja con la que estuvo jugando un gato joven. Entra; siempre hay trabajo aquí.
 
No te aburrirás; al contrario, encontrarás con qué matizar tu vida. (Además de que es tu Deber). Entra. Siéntate. Trabaja. Son cuatro horas apenas. Cuatro horas. Pero, eso sí: nada de engañifas ni simulaciones ni sofisticaciones. ¡A trabajar! Si tu labor es limpia, exacta y voluntariosa —voluntariosa sobre todo—, los jefes te felicitarán. Tú estás sano; puedes resistir estas cuatro horas. ¿Has visto cómo las has resistido? Ahora vete a almorzar. Y vuelve a hora cabal, exacta, precisa, matemática.
 
¡Cuidado! Porque si todos se atrasaran, se derrumbaría la disciplina, y sin disciplina no puede existir nada serio. Otras cuatro horas al día. Nadie se muere trabajando ocho horas diarias. Tú mismo, dime: ¿no has estado remando el domingo once o doce horas, cansando los músculos en una labor con el agua que me abstengo de calificar por el ningún remordimiento que se obtiene? ¿Ves tú? ¡Y con inminente peligro de ahogarte! Yo sólo te exijo ocho horas. Y te pago, te visto, te doy de comer. ¡No me lo agradezcas! Yo soy así.
 
Ahora vete contento. Has cumplido con tu Deber. Ve a tu casa. No te detengas en el camino. Hay que ser serio, honesto, sin vicios. Y vuelve mañana, y todos los días durante 25 años; durante los 9.125 días que llegues a mí, yo te abriré mi seno de madre; después, si no te has muerto tísico, te daré la jubilación.
 
Entonces, gozarás del sol, y al día siguiente te morirás.
¡Pero habrás cumplido con tu Deber!
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Roberto Mariani – Cuentos de la Oficina (1925)

sábado, 5 de enero de 2013

El Divorcio Imposible

"No creo que los esposos puedan seguir siendo buenos amigos después del divorcio. El matrimonio es el matrimonio y el divorcio es el divorcio. Esa es mi opinión.
 
No creo que eso que inventaron las personas hace milenios y continúan repitiendo como por inercia sea una mera formalidad. Creo que el matrimonio es sagrado. Y también que el divorcio es un sacrilegio. Me educaron así. Pero no sólo lo creo por mi educación y por los preceptos religiosos. También lo creo porque soy mujer y para mí el divorcio no es una simple formalidad, como tampoco lo es la ceremonia ante el oficial del registro civil o en la iglesia, que une indiscutiblemente los cuerpos y las almas de dos personas. Igual de indiscutible es el divorcio, que separa sus destinos. 
 
Cuando mi marido y yo nos divorciamos, no pensé ni por un instante que pudiéramos quedar como «amigos». Por supuesto, él seguía siendo educado y atento, incluso generoso, como era su costumbre y su deber. Pero yo no fui ni educada ni generosa, me llevé hasta el piano, sí, como tiene que ser. Anhelaba venganza, me habría gustado llevarme todo el piso, hasta las cortinas, todo. Me convertí en su enemiga en el momento del divorcio y lo seguiré siendo hasta el día de mi muerte.
 
Que no me llame para ir a comer al restaurante porque no estoy dispuesta a hacer el papel de la mujercita melosa que sube a casa del ex marido a poner orden si el criado roba la ropa interior. Por mí, pueden robárselo todo, y si un día me enterase de que está enfermo, ni siquiera entonces subiría a verlo.
 
¿Que por qué? Porque nos hemos divorciado, ¿entiendes?
Y a eso una no puede resignarse."
 
La Mujer Justa - Sandor Marai
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No se divorcian por miedo a quedarse solos.
Se escudan detrás de los años convividos, los hijos en común y la parentela inconmovible.
El "para toda la vida" se les convierte en un mandato psicológico que deben cumplir.
Son presas del status quo, la seguridad de lo conocido, la tranquilidad de no tener que salir al mundo, el miedo a ser felices.
Por eso tienen amoríos, juegan un rato a ser libres, se escapan del otro en brazos ajenos, sueñan con una felicidad en cuotas, ponen un paréntesis a tanto aburrimiento.
Nunca llegan a disolver el vínculo, no porque no quieran, sino porque no pueden.
Los senderos se bifurcan por un tiempo, para luego volver a unirse.
Pero ya se sabe que esa unión nunca dura, porque todo lo malo vuelve a surgir al poco tiempo, todo lo que odiábamos del otro vuelve a aparecer, todo lo que nos llevó a separarnos surge nuevamente en cada acto.
Nadie deja de ser quien es, nadie cambia, nadie puede ser otro.
Sin embargo vuelven a juntarse, claudican a sus sueños, ignoran su potencial, desprecian las oportunidades que el destino tenía en sus caminos y finalmente se acomodan.
Por miedo, por falta de agallas, por mediocridad y también por costumbre.
Hay decisiones en la vida que deben ser terminantes: enamorarse, separarse, tener hijos, renunciar a un trabajo, viajar, apostar a un sueño, morir.
Pero para ello hay que tener coraje y determinación, dos características poco comunes en los pequeños burgueses del mundo cotidiano.
Nunca llegan a vivir sus vidas, apenas logran actuaciones de reparto.