jueves, 24 de octubre de 2013

El "Hombre All In"

El término "all in" es utilizado en los casinos y hace referencia al hecho de apostar todas las fichas que se poseen a un solo número. Suerte o verdad. Vida o muerte.
 
Pero si extrapolamos el término a la vida amorosa, podríamos decir que se trata de aquel sujeto dispuesto a dar lo que no tiene por una mujer que no lo amará nunca. Es el “Hombre all in”, un sujeto caracterizado por su falta de atractivo físico, carácter, autoestima e inteligencia. Sin embargo, todas estas falencias se ven suplidas por su apuesta rotunda y apasionada por lograr el afecto o la compasión de una mujer.
 
El “hombre all in” realiza todo tipo de proezas románticas, a saber: colocación y mantenimiento de pasacalles con declaraciones pomposas y merecedoras del escarnio público, diseño y envío de powerpoints con temáticas superficiales, lectura de autores que no comprende para sugerir una intelectualidad de pizzería, composición de piezas musicales de pésimo gusto que suelen cantar a gritos en fiestas familiares, escritura de poemas sin métrica ni metáfora alguna, entre otras atrocidades.
 
Son sujetos que permanentemente buscan ser introducidos por terceros y, en lo posible, a la fuerza. Luego de insistir hasta el cansancio logran la conquista amorosa, porque bien es sabido que el burro se aparea por insistencia y no por apariencia. Este modesto triunfo se debe a dos cuestiones que casi siempre son inseparables: la falta total de dignidad y orgullo del “hombre all in” y la desesperación de las mujeres por acomodarse al lado de cualquier pelmazo antes de quedarse solas.
 
Una vez consumada la parejita, el "hombre all in" aprovecha los feriados puente para realizar viajes a la Costa Atlántica y así desatar su amor adolescente. Cree que caminar por las playas de Santa Teresita en el mes de Agosto es la dicha más maravillosa que la vida puede depararle a un ser humano. Tira caracoles al mar intentando hacer sapito, aunque pocas veces lo logra. Adora correr hasta el muelle de la mano de su prometida, sin antes rodar por la arena y besarla apasionadamente como si fuera el protagonista de una película de Truffaut. Finalmente se encarga de subir ciento cuarenta y dos fotos de pésima calidad artística a su Facebook, etiquetando cada acción con frases como: “Comiendo rabas en el puerto, mmmmm!”, “Medialunas calentitas y matienzo, esto es vida!”, “Mientras el sol se pone, yo me saco...pero de amor por vos!” o bien “Todo lo bueno termina, peaje, buuuuu!”.
 
Uno de los datos más reveladores para identificar a un “hombre all in” es que suele ser apodado como: Pa, Bichi, Papu, Bebu, Gordis o Amorcis, entre otros vocablos denostables. También destacan por ser el centro de atención en todas las fiestas donde suenan "Los Auténticos Decadentes" o "La Mosca", suelen ganarse el cariño de tíos pelados y hostiles a base de humoradas callejeras, se ofrecen como chofer para el acarreo de familiares a diferentes localidades del conurbano bonaerense y siempre estarán bien dispuestos a pasar Navidad, Año Nuevo, Reyes y Pascua con la familia de su prometida y olvidando a sus propios lazos de sangre y amistades más íntimas.
 
Pues bien, todos sabemos que no hay nada que enamore más a una mujer que este tipo de hombres. Aunque ellas lo nieguen rotundamente, el “hombre all in” activa un mecanismo inconsciente en la psiquis femenina asociado a la idea de que el hombre debe “dar todo por ellas”, de que deben ser elegidas con contundencia y apasionamiento, con aplomo y con seguridad.
 
Pero no nos engañemos, la mujer nunca ama a estos sujetos. Ellas solamente quieren cumplir un mandato: que alguien apueste todas sus fichas por ellas. Fueron educadas para convertirse en el número definitivo y final en la vida de un hombre. Ese número por el cual el "hombre all in" apostará toda su fortuna.
 
Y como ya sabemos, el que gana siempre es el casino.

martes, 15 de octubre de 2013

Verdad y Vejez

"Uno envejece poco a poco, primero envejece su gusto por la vida, por los demás, ya sabes, todo se vuelve tan real, tan conocido, tan terrible y aburridamente repetido. Eso también es la vejez. Cuando ya sabes que un vaso no es más que un vaso. Y que un hombre no es más que un hombre, un pobre desgraciado, un ser mortal, haga lo que haga…
 
Luego envejece tu cuerpo, no todo a la vez, no, primero envejecen tus ojos, o tus piernas, o tu estómago o tu corazón. Envejecemos así, por partes. Más tarde, de repente, empieza a envejecer el alma: porque por muy viejo y decrépito que sea ya tu cuerpo, tu alma sigue rebosante de deseos, y de recuerdos, busca y se exalta, desea el placer. Cuando se acaba el deseo de placer, ya sólo quedan los recuerdos, las vanidades, y entonces sí que envejece uno, fatal y definitivamente.
 
Un día te despiertas y te frotas los ojos, y ya no sabes para qué te has despertado. Lo que el nuevo día te traiga, ya lo conoces de antemano: la primavera, el invierno, los paisajes, el clima, el orden de la vida. Ya no puede ocurrirte nada imprevisto: no te sorprende ni lo inesperado, ni lo inusual, ni siquiera lo horrendo, porque ya conoces todas las posibilidades, ya lo tienes todo visto y calculado, ya no esperas nada, ni lo bueno, ni lo malo…y esto precisamente es la vejez.
Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente…porque las personas se comunican por símbolos. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconderse, de disimular.
La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de la que piensan, de lo que quieren de verdad…
Si, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte."
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El último encuentro - Sandor Marai