El término "all in" es utilizado en los casinos y hace referencia al hecho de apostar todas las fichas que se
poseen a un solo número. Suerte o verdad. Vida o muerte.
Pero si extrapolamos el término a la vida amorosa,
podríamos decir que se trata de aquel sujeto dispuesto a dar lo que no tiene por
una mujer que no lo amará nunca. Es el “Hombre all in”, un sujeto caracterizado
por su falta de atractivo físico, carácter, autoestima e inteligencia. Sin
embargo, todas estas falencias se ven suplidas por su apuesta rotunda y
apasionada por lograr el afecto o la compasión de una mujer.
El “hombre all in” realiza todo tipo de proezas
románticas, a saber: colocación y mantenimiento de pasacalles con declaraciones
pomposas y merecedoras del escarnio público, diseño y envío de powerpoints con
temáticas superficiales, lectura de autores que no comprende para
sugerir una intelectualidad de pizzería, composición de
piezas musicales de pésimo gusto que suelen cantar a gritos en fiestas familiares, escritura
de poemas sin métrica ni metáfora alguna, entre otras atrocidades.
Son sujetos que permanentemente buscan ser
introducidos por terceros y, en lo posible, a la fuerza. Luego de insistir
hasta el cansancio logran la conquista amorosa, porque bien es sabido que el
burro se aparea por insistencia y no por apariencia. Este modesto triunfo se
debe a dos cuestiones que casi siempre son inseparables: la falta total de
dignidad y orgullo del “hombre all in” y la desesperación de las mujeres por acomodarse
al lado de cualquier pelmazo antes de quedarse solas.
Una vez consumada la parejita, el "hombre all in" aprovecha los feriados puente para realizar viajes a la Costa Atlántica y así desatar su amor
adolescente. Cree que caminar por las playas de Santa
Teresita en el mes de Agosto es la dicha más maravillosa que la vida puede
depararle a un ser humano. Tira caracoles al mar intentando hacer sapito, aunque pocas veces lo
logra. Adora correr hasta el muelle de la mano de su prometida, sin antes rodar
por la arena y besarla apasionadamente como si fuera el protagonista
de una película de Truffaut. Finalmente se encarga de subir ciento cuarenta y dos
fotos de pésima calidad artística a su Facebook, etiquetando cada acción con
frases como: “Comiendo rabas en el puerto, mmmmm!”, “Medialunas calentitas y
matienzo, esto es vida!”, “Mientras el sol se pone, yo me saco...pero de amor por vos!”
o bien “Todo lo bueno termina, peaje, buuuuu!”.
Uno de los datos más reveladores para identificar a un “hombre
all in” es que suele ser apodado como: Pa, Bichi, Papu, Bebu, Gordis o Amorcis, entre
otros vocablos denostables. También destacan por ser el centro de atención en todas las fiestas donde suenan "Los Auténticos Decadentes" o "La Mosca", suelen ganarse el cariño de tíos pelados y hostiles a base de humoradas callejeras, se ofrecen como chofer para el acarreo de familiares a diferentes localidades del conurbano bonaerense y siempre estarán bien dispuestos a pasar Navidad, Año Nuevo, Reyes y Pascua con la familia de su prometida y olvidando a sus propios lazos de sangre y amistades más íntimas.
Pues bien, todos sabemos que no hay nada que enamore más a una
mujer que este tipo de hombres. Aunque ellas lo nieguen rotundamente, el
“hombre all in” activa un mecanismo inconsciente en la psiquis femenina
asociado a la idea de que el hombre debe “dar todo por ellas”, de que deben ser
elegidas con contundencia y apasionamiento, con aplomo y con seguridad.
Pero no nos engañemos, la mujer nunca ama a estos
sujetos. Ellas solamente quieren cumplir un mandato: que alguien apueste todas sus
fichas por ellas. Fueron educadas para convertirse en el número definitivo y final en la vida de un hombre. Ese número por el cual el "hombre all in" apostará toda su fortuna.
Y como ya sabemos, el que gana siempre es el
casino.
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