miércoles, 26 de enero de 2011

Problemas

¿Por qué nos pasamos la vida resolviendo problemas? ¿Por qué la situaciones a resolver ya parten de una definición negativa como la de "problema"? ¿Por qué hay que llegar a un resultado todo el tiempo? ¿Por qué luego de llegar al resultado siguen los problemas ad infinitum?

Fuimos educados para resolver problemas. Nos plantean el enunciado y nos dan un tiempo determinado para resolverlo. Esto comienza en el jardín, se replica en toda la educación primaria y secundaria, la universidad se asegura de que podamos "resolver problemas" y los MBA nos dan una capacidad extraterrestre para la resolución de los mismos.
Docentes, jefes y clientes levantan pulgares o nos envían a los leones si el problema no se resuelve. Somos resolvedores de problemas, simples o complejos, propios o ajenos.
Problemas al fin.

La concepción de que estamos aquí solamente para resolver problemas, nos hace transitar la vida con una sensación negativa, frustrante, limitante. Hay un resultado: se alcanza o no se alcanza. El mercado laboral busca gente "orientada a resultados", pero creo que es una habilidad (o competencia) que debe caer en desuso. Considero que la "orientación a la pasión" es diez mil veces más poderosa que la orientación a resultados. Es pasar de una visión mecanicista a una visión profundamente humana. La pasión activa la motivación de forma intrínseca, en cambio un objetivo de ventas anual proviene del exterior y no tiene la misma fuerza que la pasión.

Somos algo más que resolvedores de problemas.
Los problemas, en realidad, no existen.
Lo único que existe es una desesperante necesidad por "resolver" y "solucionar".
Y ese es nuestro peor problema.

miércoles, 19 de enero de 2011

Des-Madres

Llantos, gritos, histeria, violencia física y verbal, transgresión permanente.
Todas conductas evidenciadas en los niños de nuestro tiempo por la lógica ausencia de límites. Poner límites implica trabajo y responsabilidad, dos cualidades notablemente inexistentes en los padres.
No saben como decirle que no a sus hijos, y si lo hacen, desconocen la forma para que el llanto no irrumpa en gritos ensordecedores y escenas dignas del mejor William Shakespeare.
Personas de más de 30 años dominados por completo por una mente de 3.
¿Cómo se explica esto?
¿Comodidad, negación del modelo duro de educación precedente, desinterés o ignorancia?
¿Será que los padres no quieren coartar la libertad expresiva de sus hijos, no quieren que crezca con negaciones y miedos, no quieren desarrollar neurosis incorregibles, quieren apoyar el modelo Piagetiano de educación?
No, nada de eso.
No tienen la menor idea de como enfrentar y educar a un pibe.
Así de simple.
Carecen de la más absoluta capacidad discursiva, actitudinal y psicológica para dominar una mente que apenas puede balbucear.
Claro está, que con el paso de los años, la vida se ocupará de hacerles comprender a estas indomables criaturas como funciona el universo.
El universo funciona con límites.
Como dijo Einstein alguna vez: "Dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estoy seguro."
No tener límites no nos habla de un espíritu rebelde y liberal, sino más bien de un estúpido.
Mucho se habla sobre el problema educativo de la Argentina, pero poco se dice sobre esa otra educación que comienza en casa.
El sistema educativo, mediocre y perimido, recibe entonces hordas de animalitos que precisan gabinetes psciológicos, drogas sedativas, horarios triples para desgastar sus energías (porque siempre tienen que estar "haciendo algo") y maestras asediadas e insultadas.
Que nadie los desapruebe, que nadie los mande a Marzo, que nadie les ponga amonestaciones; no vaya a ser cosa que estemos atentando contra los derechos del niño.
Pero ya es tarde, porque ninguna institución puede corregir el daño efectuado.
¿Y cuál es el daño?
Gente absolutamente incapaz de incorporarse a nada ni a nadie, de respetar al otro, de supeditar su deseo a una situación o al deseo de otra persona, de comprender que se está en el mundo para interactuar con ciertas reglas y no con las propias, que callarse la boca es mucho más interesante que gritar todo el tiempo, que el capricho es una de las formas más elementales del pensamiento.

Vivimos épocas donde la mente inferior lo domina todo, invadiendo el espacio ajeno y destrozando el respeto por el otro.

Es simple: sólo hay que decir que NO.
Y si quedan consecuencias, que vayan al psicólogo cuando sean grandes.

viernes, 7 de enero de 2011

Exposición

El entorno 2.0 ha desatado la euforia por la expresión de emociones, ideas y vivencias intrascendentes. Todos nos cuentan como se sienten, que están haciendo, que problemas tuvieron durante el día, donde están y con quien se encuentran, que están comiendo, adonde se dirigen, como será su semana, etc.
Es el ápice de la exposición vacía. Es la irreductibilidad del pensamiento.
El mundo inmerso en un frenesí por notificar al planeta sobre cualquier gansada.
La necesidad desmesurada de sentirse querido a cualquier costo.

Siempre me pareció inentendible la gente que expresa absolutamente todo lo que le sucede, y más aún cuando en general no les sucede nada interesante.
Igualmente ahi están, notificándonos que se lastimaron un dedo, que van a comer ravioles de verdura, que la peluquera les cobró caro, que se sacaron una foto con Matías Alé, que se les murió el celu, que no llegaron a estudiar lo suficiente, que el novio es celoso, que se mojaron porque llovía y ese tipo de genialidades.

Desafíos de los años venideros:

1) Controlar las emociones
2) Callarse un poco
3) Escuchar hacia adentro
4) Pensar

Pasar casi inadvertido, de eso se trata.