miércoles, 19 de enero de 2011

Des-Madres

Llantos, gritos, histeria, violencia física y verbal, transgresión permanente.
Todas conductas evidenciadas en los niños de nuestro tiempo por la lógica ausencia de límites. Poner límites implica trabajo y responsabilidad, dos cualidades notablemente inexistentes en los padres.
No saben como decirle que no a sus hijos, y si lo hacen, desconocen la forma para que el llanto no irrumpa en gritos ensordecedores y escenas dignas del mejor William Shakespeare.
Personas de más de 30 años dominados por completo por una mente de 3.
¿Cómo se explica esto?
¿Comodidad, negación del modelo duro de educación precedente, desinterés o ignorancia?
¿Será que los padres no quieren coartar la libertad expresiva de sus hijos, no quieren que crezca con negaciones y miedos, no quieren desarrollar neurosis incorregibles, quieren apoyar el modelo Piagetiano de educación?
No, nada de eso.
No tienen la menor idea de como enfrentar y educar a un pibe.
Así de simple.
Carecen de la más absoluta capacidad discursiva, actitudinal y psicológica para dominar una mente que apenas puede balbucear.
Claro está, que con el paso de los años, la vida se ocupará de hacerles comprender a estas indomables criaturas como funciona el universo.
El universo funciona con límites.
Como dijo Einstein alguna vez: "Dos cosas son infinitas, el universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estoy seguro."
No tener límites no nos habla de un espíritu rebelde y liberal, sino más bien de un estúpido.
Mucho se habla sobre el problema educativo de la Argentina, pero poco se dice sobre esa otra educación que comienza en casa.
El sistema educativo, mediocre y perimido, recibe entonces hordas de animalitos que precisan gabinetes psciológicos, drogas sedativas, horarios triples para desgastar sus energías (porque siempre tienen que estar "haciendo algo") y maestras asediadas e insultadas.
Que nadie los desapruebe, que nadie los mande a Marzo, que nadie les ponga amonestaciones; no vaya a ser cosa que estemos atentando contra los derechos del niño.
Pero ya es tarde, porque ninguna institución puede corregir el daño efectuado.
¿Y cuál es el daño?
Gente absolutamente incapaz de incorporarse a nada ni a nadie, de respetar al otro, de supeditar su deseo a una situación o al deseo de otra persona, de comprender que se está en el mundo para interactuar con ciertas reglas y no con las propias, que callarse la boca es mucho más interesante que gritar todo el tiempo, que el capricho es una de las formas más elementales del pensamiento.

Vivimos épocas donde la mente inferior lo domina todo, invadiendo el espacio ajeno y destrozando el respeto por el otro.

Es simple: sólo hay que decir que NO.
Y si quedan consecuencias, que vayan al psicólogo cuando sean grandes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario