miércoles, 29 de diciembre de 2010

Las Mascotas

Durante mi infancia desarrollé una fobia indescriptible hacia los perros. El lugar donde comenzó esa pánico fue en una quinta en Villa Elisa, donde muchos fines de semana visitabamos a un grupo de amigos de mis padres. La casa se encontraba plagada de canes de las más diversas razas: dálmata, ovejero alemán, boxer, doberman, etc.
Descender del auto era enfrentarse con la muerte y la única salvación era correr con todas las fuerzas posibles para escapar de esos cuadrúpedos salibantes.
Mis padres me decían que sólo querían jugar conmigo y que no me harían nada.
En mi mente, en cambio, la persecución era parte de un plan para devorarme.
Para contrarestar tal efecto rezaba para mis adentros un verso enseñado por mi abuela: "San Roque, San Roque, que este perro no me toque".
Era curioso, pero al hacerlo, las bestias se alejaban y me dejaban en paz.
Muchos años después comprendí que no se trataba del amparo de San Roque, sino de no demostrar ansiedad y permanecer quieto.
Hoy ya superada en gran parte la fobia, observo con curiosidad como existe un numeroso grupo de personas que ama a los animales. Un amor enfermo, obsesivo, fetichista. La mascota como objeto de deseo.
Los besan en la boca con más ímpetu que a sus propias parejas, los sacan a pasear por horas relegando actividades mucho más interesantes, los atienden en sus necesidades primarias como si se tratara de un hijo, les brindan el mejor alimento balanceado, los bañan con espumas y aceites.
Cuidado y devoción excesivo hacia los animalitos que tan bonitos son.
Más allá de que esta opinión provenga de un fóbico profesional hacia los animales, creo que algunas personas están un poco desequilibradas por sus mascotas.
Son los que se indignan cuando alguien comenta que no sienta absolutamente nada por un animal.
Son los que se pasan el día entero posteando grupos contra el maltrato animal en facebook.
Son los que no se van de vacaciones porque no saben con quien dejar la mascota.
Son los que entran en una profunda depresión cuando el animalito muere.
Son los que no les alcanza con un perro, entonces tienen nueve y de diferentes razas.
Creo que ninguna mascota siente absolutamente nada por sus dueños.
Son los dueños, quienes necesitados de afecto, de comprensión y compañía, los encadenan a sus miedos, necesidades y obsesiones.
Creen que porque el animal no los muerde los ama, aunque difícilmente el animal haya desarrollado una emoción tan compleja como el amor.
El hombre, en su necesidad de amar, proyecta sus necesidades a la pobre alimaña que poco le interesan los desengaños del corazón humano.
Miguel de Unamuno en su magistral obra "Del sentimiento trágico de la vida" nos alecciona al respecto:  "El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se ha dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y, acaso, lo que de los demás animales le diferencia, sea más el sentimiento que la razón. Más veces he visto razonar a un gato que reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado."

¿Qué pensarán los animales, no?
Me refiero a las mascotas.

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