lunes, 21 de febrero de 2011

Ideal vs. Real

Fuimos educados para crecer en un mundo ideal, donde todo es producto de decisiones basadas en la racionalidad y el consecuencialismo. Si hacemos A seguramente obtendremos B. Somos resultadistas, predictivos, adivinadores, proyectadores y planificadores. Trabajamos en pos de objetivos que no son necesariamente nuestros y que pocas veces son realizables. Tratamos de que nuestros ideales encajen en la realidad, como lo hacía Procusto con su catre fatal.

Y entonces sobreviene la frustración, porque la realidad cambia y nosotros no. Empecinados en querer cumplir nuestros ideales (nobles y valederos), la realidad nos muestra que todo es un poco más complejo y que algunas cosas no dependen de nosotros. Educados en la moral de alguna religión, atados a la noción del pecado y la culpa, donde los estudios son garantía inexorable de un porvenir seguro, el trabajo debe ser un sacrificio espantoso e irrenunciable para poder "ser alguien el día de mañana", el casamiento como la forma más perfecta de amor y eternidad entre dos seres; todos ideales del siglo pasado para realidades del futuro ya presente. Herramientas oxidadas de museo que no aplican al mundo virtual e interconectado.

El verdadero problema -sin embargo- es donde ponemos las expectativas. Generalmente las colocamos del lado de los ideales, por ello el desencanto y el sufrimiento. Porque los dioses son relativos y un poco corruptos, la pasión y el deseo son mejores que la culpa, el estudio ya nos demostró que no garantiza absolutamente nada, el trabajo comenzó su reconfiguración hacia una actividad que obligatoriamente debe ser placentera y el casamiento es el comienzo del fin (me remito a las estadísticas).

Adaptación al cambio, capacidad de aprendizaje, flexibilidad, apertura, respuesta rápida ante lo inesperado. Estas son las capacidades que debemos comenzar a desarrollar para enfrentar la realidad con mayores recursos. Las expectativas deben comenzar a estar del lado de la realidad, del lado de lo posible, de lo que se puede hacer. Que el ideal sea el motor, la fuerza, el empuje por superarse; pero ya no la forma de vivir.

Nada va a suceder por más fuerza que hagamos, si es que no tenía que suceder.
La vida es lo que nos sucede, no lo que queremos que suceda.
La vida no es ideal, porque si lo fuera, deberíamos empezar por no morirnos.    

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