"Hay que
pensar que la creación no engendra deseos que no pueda satisfacer. En resumidas
cuentas, el hombre tiene sed porque el agua existe. Es cierto que el hombre es
libre de desear, pero sólo puede desear lo que la realidad insondable ya
oculta. Incluso cuando llega a desear el infinito, es porque el infinito ya
está ahí, previsto para él. Todo ocurre como si lo que el hombre desea
estuviese ahí, por adelantado, contenido en el deseo; si no ¿hubiese podido
desear? El cumplimiento del deseo del hombre se encuentra en el propio deseo."
La voz de Tianyi (Francoise Cheng)
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Este maravilloso pasaje me hace pensar sobre la diferencia que debemos establecer entre lo que deseamos y lo que en realidad sucede.
Nuestra sociedad occidental confunde al deseo con un pagaré, pero la esencia del deseo no es su consecución en la realidad, sino su existencia en si.
El deseo es el combustible natural que nos permite seguir moviéndonos hacia adelante.
Por tal motivo, se dice que un depresivo es alguien que ha perdido la capacidad de desear y que lo único que ve al mirar al horizonte es su propia muerte.
Tal vez deberíamos comenzar a aprehender esta visión oriental del deseo, donde lo que importa es reconocer que los deseos se cumplen porque podemos desearlos.
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