sábado, 15 de diciembre de 2012

Retroceder nunca, rendirse jamás

En  la búsqueda desesperada del amor, todos hemos incurrido en errores comunes como: forzar vínculos imposibles, intentar epopeyas románticas, poner expectativas en la persona equivocada, creer que es “si” cuando todo te indica que “no”, etc.
 
Si bien podríamos ser auto-indulgentes con estos deslices, existen dos conductas que son absolutamente inadmisibles: retroceder y rendirse.
 
 
Retroceder sería esa tendencia compulsiva por volver al pasado en forma recurrente o vivir definitivamente en él, ya sea por la comodidad del “malo conocido” o por la falta de coraje para decidirse a evolucionar. Es retornar a ex parejas, ex amores, ex amantes. Una especie de ex vida. No la real y verdadera, la que avanza hacia adelante; sino la que involuciona, la que se repite, la que se retrotrae al único tiempo que ya ha muerto: el pasado.
 
Así como no podríamos estar re-aprendiendo a leer cada dos años, ¿por qué motivo se elige re-apre(h)ender el pasado en materia sentimental? ¿Cuáles son las tranquilidades que lo “conocido” tiene sobre lo “nuevo”? ¿Económicas, sociales, familiares, sexuales? ¿Son certezas reales o muletas psíquicas para seguir rengueando por la vida?
 
Pero además de evitar estos retrocesos, es obligatorio no rendirse jamás. Y dicha rendición comienza con lo que hemos aprendido sobre el amor y lo que creemos sobre ese sentimiento. Es básicamente un condicionamiento cultural. 
 
La melancolía, la culpa romántica o las manipulaciones de la memoria, siempre han gozado de buena prensa en nuestra culura occidental y todas comparten el mismo elemento inhibidor: el miedo a crecer e ir hacia adelante.
 
Pero entonces, ¿Cómo logramos desaprender esa forma melancólica y nostálgica del amor?En primer lugar buscando las palabras que nos permitan verbalizar ese miedo que nos paraliza; ¿qué hay de terrible en el horizonte que nos hace volver hacia atrás?
 
Solamente poniendo en palabras nuestros miedos podremos atravesarlos. Ir hacia adelante implica articular un relato distinto del que siempre nos repetimos. Crecer, en el amor, es dejar de posicionarnos en emociones que retroceden y comenzar a situarse sobre las que nos lanzan hacia adelante, el único lugar posible al que iremos a parar.
 
Poblar nuestro presente con sombras del pasado es un error, pues todas supieron ser luz en su debido tiempo y lugar. Acaso nosotros también habremos dejado nuestra luz y sombra en vidas ajenas; y debemos rogar por quedarnos allí. Sólo hay que convertirse en un buen recuerdo, porque la vida real ya no está allí.
 
La clave –entonces- es continuar buscando, pues siempre habrá algo mejor para nosotros. Como bien se dice, “la única forma de salir de un amor es con otro amor”.
 
Debemos reconocer que lo único permanente es el cambio y que la experiencia amorosa se adquiere para ser depositada en la próxima persona y no para corregir errores del pasado.
 
Se trata de ser mejores con los próximos y no mediocres con los que ya no están.
 
El único camino posible es hacia adelante.
Sólo hay que continuar caminando, sin retrocesos ni rendiciones.
El único amor posible siempre estará en el horizonte, jamás a nuestras espaldas. 

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