sábado, 24 de octubre de 2009

Las nuevas soledades

"En el siglo XVIII, se asistió al surgimiento del amor romántico, que se presentaba como un amor “feminizado”. Desde entonces, la gente se casa con más frecuencia porque se ama; se pone por delante el amor, y, si es posible, el “gran amor”. A partir de la década de 1950, el modelo burgués del matrimonio pasó progresivamente de un contrato que unía a dos familias para asegurar la descendencia y el reparto del patrimonio -sin obligación de vínculo amoroso- a una obligación de intimidad y de amor, y dentro de lo posible de amor pasión y de plena sexualidad. Pero a partir de la década de 1990 las cosas volvieron a cambiar: ya que existe el amor ¿por qué casarse? La institución ya no es el matrimonio, sino el amor; los sentimientos se sitúan en adelante en el centro de la relación...La exigencia de este amor debilita la pareja, porque si la relación se construye sólo sobre sentimientos, es difícil que aguante el paso del tiempo. Se vería obligada a ser permanentemente bella y mágica, cosa que pocas veces sucede".
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"Esta sobrevaloración del amor es la más de las veces una reacción frente a un mundo individualista al que le resulta difícil adherirse plenamente. Se puede ver en ello, en cierto modo, un anhelo de autenticidad y de verdad frente a la mentira y el cinismo: es un medio para reanudar el vínculo con una sociedad que nos defrauda. En efecto, los cambios en el mundo del trabajo han destruido a menudo la dimensión comunitaria que se podía experimentar en la propia vida profesional: cuando uno no es más que un peón en el trabajo, un ser anónimo en una sociedad que se ha endurecido, cuando se tiene el sentimiento de no ser tenido en consideración en ninguna parte y no se consigue inventar nuevas formas de sociabilidad al margen de las relaciones de pareja, al menos cabe la esperanza de ser único como mínimo para una sola persona."
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"Ahora bien, es este individualismo el que hace fracasar a las parejas. Porque este amor colocado en el centro de la relación no es la mayoría de las veces más que un amor narcisista: amo a esta persona porque amo la imagen de mi mismo que él o ella me devuelve. Lo que implica que si el otro atraviesa una mala racha (depresión, paro, estrés, etc.), ya no va a devolverme una imagen gratificante de mí mismo; y entonces iré a buscar otra persona que pueda darme esa imagen más positiva y me permita seguir sobre un pedestal".
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"En nuestra época, “yo te amo” significa “te amo en este momento”. La afirmación ya no es sinónima de una relación firme y de compromiso: “Como me siento bien contigo, lo que siento debe ser amor, pero si tú me decepcionas, no te adecúas a lo que espero, entonces mis sentimientos se desvanecerán”. Queremos que una pareja nos satisfaga, o sea, de alguna manera, no “apostar a perdedor”. La menor imperfección es irremediable y amenaza con ser fatal para la relación".
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"Los jóvenes adultos de la década del 2000 han visto como sus padres se divorciaban, se traicionaban, se herían…Y han tenido penosas experiencias amorosas que les han demostrado que la confianza podía ser traicionada. Ya nada es seguro: del mismo modo que se puede perder el trabajo de la noche a la mañana, las uniones pueden disolverse. Por doquier se encuentra la misma necesidad de reconocimiento. Jóvenes y menos jóvenes se quejan de encontrar en su pareja las mismas dificultades que en el mundo laboral: “No me comprenden, no reconocen lo que hago.
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Misceláneas:
  • En 2004, en Francia, se calculaba en 8.3 millones el número de personas que vivían solas, es decir el 14% de la población. Esa cifra se ha duplicado en 30 años.
  • Se puede ser soltero sin estar solo y se puede estar solo en pareja.
  • El verdadero problema no es el encuentro, sino la duración de la vida en común.
  • Las mujeres tienen la impresión de que su fracaso con los hombres se debe a que no hacen lo suficiente.
  • Tener un hijo es a menudo un elemento de éxito narcisista. Es una prolongación de uno mismo y del amor idealizado. Se podría decir que es un objeto de consumo emocional.
  • Con frecuencia, la vulnerabilidad de los hombres es lo que les lleva a preferir la vida en pareja. Les da seguridad.
  • La sociedad prepara siempre a los chicos (varones) para ocupar un papel dominante, para no dudar de su poder, pero la realidad se encarga pronto de mostrarles que esa postura ya es insostenible. Sin embargo, les cuesta aceptarlo, porque se han censurado en ellos las expresiones de debilidad, y no suelen tener otro recurso que la cólera o los celos, las únicas emociones que no han aprendido a controlar.

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Extraído y editado del libro: "Las nuevas soledades" de Marie-France Hirigoyen.

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