viernes, 8 de junio de 2012

Rompiendo el silencio

Dice Onetti que si uno va a hablar debe procurar que sus palabras sean más interesantes que el silencio.

Luego de varios meses de ausencia – si es que uno está presente en algún lado- decido retomar el infructuoso camino de la palabra con el fin de mejorar mi silencio.

Es interesante pensar que el “silencio” se diga con palabras; y que al nombrarlo, caigamos irremediablemente en una negación. Paradoja estúpida, pero irrefutable. Los límites del lenguaje, diría Wittgenstein.

El silencio -por ende- para ser tal, no puede decirse. Es algo que solamente pertenece al campo de la experiencia, de la sensación, de la percepción. Y experimentarlo es un camino individual que nos obliga a negar la construcción de significados.

Estar en silencio permite que el “ser” aflore en toda su esencia. Nos permite (re)plantearnos la vida. En el silencio solamente hay lugar para las preguntas. La palabra - en cambio- sentencia, argumenta, explica, responde.

Rompo entonces el silencio con palabras que no lo mejoran, pero que intentan buscar una forma de decir calladamente, con más peso, con más profundidad...y con menos palabras.

Todos tenemos dos vidas: la de las palabras y la del silencio.
¿Cuál será la verdadera?

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