martes, 3 de julio de 2012

Mandatos


- Si no hubieras sido flautista por complacer a tu padre y hubieras hecho lo que te apetecía, ¿qué serías?

- No te rías de mí. Al morir mi padre y después mi madre, pensé que por fin era libre y podía hacer lo que quisiera. Pero ellos siguen ahí, dentro de mi cabeza, insistiendo. Tendría que marcharme fuera durante un año, lejos de la orquesta, lejos de la flauta; tendría que correr, nadar y meditar y, quizá, poner por escrito como me sentía en casa con mis padres y con mis hermanas para llegar a saber lo que quiero al acabar ese año. A pesar de todo, quizá fuese tocar la flauta.

- Yo, a veces, hubiera querido que alguien me insistiera…

Extraído del libro "Mentiras de Verano" de Bernhard Schlink.
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Nos dijeron que eramos: "genios" o "estúpidos", "brillantes" o "ignorantes", "tiernos" o "agresivos", "buenos" o "rebeldes". 
Nos dijeron que convenía estudiar: "una carrera seria" o "con salida laboral", "en una universidad como la gente" o "en el exterior que son mejores", "como el tío que le fue bárbaro y se llenó de guita" o "hacé como hizo tu padre que remó desde abajo".
Nos dijeron que pareja convenía amar: "que sea una chica de su casa", "ojo con las pelirrojas", "las gorditas son buenas, no?", "que llamativa...", "no se integra demasiado..." o "es divina, me encanta para vos".
Nos dijeron todo eso y mucho más, con buenas intenciones y tratando de educarnos.
¿Cómo educar a nuestros hijos y evitar condicionarlos?
¿Cómo no creerles a nuestros padres si nos han dicho todo esto desde que nacimos?
¿Cómo no internalizar esas verdades absolutas?
¿Cómo no hacer fuerza para encajar en lo que nos dijeron que eramos?
Y en ese esfuerzo, somos felices porque cumplimos el mandato.
Pero estamos tristes, porque no es el nuestro.


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