jueves, 26 de julio de 2012

Estereotipos Amorosos

Amé o amaré muchas veces en mi vida.

Si bien todo amor es vivido como único, el sujeto rechaza la idea de repetirlo más tarde en otra parte y con otras personas. Sin embargo, finalmente comprende que está condenado a errar hasta la muerte, de amor en amor.

En ese camino errático de amores diversos, ¿ocurre pues que mi deseo, por especial que sea, se aferre a un "tipo"? ¿Hay, entre todos los seres que amé, un rasgo común, uno solo, por tenue que sea, que me permita decir: “He aquí mi tipo!”, “Es totalmente mi tipo” o “No es del todo mi tipo”? ¿En qué rincón del cuerpo adversario debo leer mi verdad?

Aún hallando mi "tipo", de pronto el otro hace un gesto por el cual se descubre en él otra raza. Siento vergüenza por el otro. ¿Será vulgar ese otro, de quien yo alababa su elegancia y su originalidad?

La mala imagen surge cuando el otro se muestra gregario, desprendido de su unicidad. No sólo mi "tipo" deja de ser único, sino que mi deseo comienza a evaporarse. De hecho, la mayor parte de las heridas me vienen de ese estereotipo derribado: entonces estoy obligado a hacerme el enamorado, a estar celoso, abandonado, frustrado, como todos.

Por tal motivo, es la originalidad de la relación lo que es preciso conquistar.
Cuando la relación es original, el estereotipo es conmovido, rebasado, eliminado.
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Fragmentos de un discurso amoroso - Roland Barthes

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