miércoles, 1 de agosto de 2012

La pareja y el remo

Hace tiempo creía que la pareja era un deporte individual como el tenis, donde uno debe amar desde sus convicciones y no ceder ante las tácticas del rival. Si bien una pareja no es un oponente (aunque muchas veces pareciera que si), las demandas, manipulaciones y reclamos que se generan en todo vínculo amoroso son claras manifestaciones de esa lucha de poder ancestral por imponerse al otro.

Luego pensé que la pareja podía ser como el vóley, donde uno juega libremente con varias personas que van entrando y saliendo del partido. Pero la limitación estriba en que la poligamia exige enormes habilidades argumentativas y una memoria prodigiosa. Es agotador y uno termina comprobando que casi todas las jugadoras son iguales...

Acto seguido quise creer que la pareja ideal era con uno mismo, como los nadadores, que deben batir sus propios tiempos. Estar en armonía, equilibrado, libre y sin presiones externas; pero con el claro objetivo de superarse día a día. Sin embargo, la pareja narcisista tiene corta duración, porque uno no es tan interesante como cree y porque en algún momento se llega al máximo potencial.

Finalmente arribé a una contundente conclusión: La pareja es como el remo doble.

Sólo existe vínculo amoroso si ambos integrantes reman juntos y al unísono, en el mismo bote y en la misma dirección. Por tal motivo es complejo “durar” con alguien; porque a menudo se tiene otro timing de remada o nos gusta llevarnos la contra. También sucede que hay otros botes más interesantes que el nuestro o destinos más prodigiosos.

Pero suponiendo que podemos gambetear todas estas complicaciones, hay algo incluso mucho más complicado y del orden de la confianza. Uno siempre cree que está en la parte delantera del bote y esto lógicamente genera la sensación de que siempre somos nosotros los que remamos la relación.

Mientras tanto, ¿qué estará haciendo el otro a nuestras espaldas? ¿Remará igual de fuerte que yo? ¿Estará frenando el bote o aprovechará cómodamente el envión de mi esfuerzo? ¿Y si ya se tiró al agua hace tres meses?

Si dejara de remar: ¿el bote seguiría avanzando?

¿Tenemos el mismo objetivo reconociendo nuestras limitaciones y posibilidades o uno de los dos es un oportunista que busca la medalla sin mover un dedo?

¿Quién está allí a nuestras espaldas: una pareja, un rival o nadie?

Imposible saberlo.
Lo único que podemos hacer es cerrar los ojos, confiar y seguir remando.

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