sábado, 25 de agosto de 2012

Libro vs. E-book

Esta semana fue el día del lector y quise hacer una reflexión acerca de los libros y sus nuevos formatos. Pese a que el libro electrónico cobró fuerza en los últimos años, recaudando más de 2.000 millones de dólares en el 2011, la mayoría de los ingresos de las editoriales provinieron de libros impresos, cuya venta sumó 11.100 millones de dólares en el mismo año.

Si tuviéramos que pensar cuáles son las ventajas de los libros electrónicos podríamos señalar la comodidad del dispositivo, el acceso a todos los libros del mundo disponibles en la red y el enorme ahorro al no depender de que se talen árboles para hacer papel y se impriman miles de ejemplares que nunca se hojearán.

En la otra orilla nos encontramos los defensores del libro tradicional, quienes obtenemos placer no sólo por la lectura de sus hojas, sino también por el tacto, el olfato y la vista. ¿Cómo comparar al e-book con los libros de Rousseau, Alberdi, Nietzsche de la biblioteca de mi bisabuelo? ¿Cómo puede comprenderse lo que significa leer La Iliada, Moby Dick o La Montaña Mágica sin sopesar el libro en nuestras manos? ¿Qué placer puede obtenerse al leer poesías en una pantalla gélida e inexistente?  

Como señala Karin Littau en su libro “Teorías de lectura” sobre la adicción al formato del libro: “…los hombres y mujeres que leen libros, que se levantan a la mañana con un libro en la mano y se van a dormir también con un libro, que se sientan a la mesa con él, lo tienen a su lado en el trabajo, lo llevan consigo en las caminatas y no pueden separarse de él hasta haberlo terminado. No hay ninguna adicción tan intensa como el lector hambriento de libros.”

En una de las últimas entrevistas realizadas al escritor mexicano Carlos Fuentes se le preguntaba si no le parecía horrible la idea de leer en una pantalla, en un libro virtual. A lo que Fuentes contestó: “¿Qué es eso? Yo no puedo leer en una pantalla. Yo necesito papel, tapas y el sentimiento físico de que tengo un objeto en la mano que es mío y me da algo. Porque ésa es la cultura del libro. La pantalla pues… allí suelo ver cine. El libro duerme contigo. Lo llevas de vacaciones. Yo amo el libro. El objeto-libro."

Evidentemente el e-book deberá romper un poderosísimo paradigma de lectura para lograr imponerse, pues el libro impreso no sólo está instalado en la estructura mental del lector sino que se ha tejido una relación fetichista con él.

Pero hay algo más y tiene que ver con nuestras bibliotecas personales. El hecho de poder contar con setenta mil volúmenes en un e-book no significa absolutamente nada, no hay nada de meritorio en eso. La biblioteca personal, en cambio, habla por nosotros; denota las elecciones que hemos ido realizando a lo largo de nuestra vida lectora, los esfuerzos que hemos hecho por comprender algunas autores y los escritores de cabecera a los que volvemos una y otra vez.

El e-book, como todos los progresos tecnológicos, ofrece como ventaja la posibilidad de tener todas las bibliotecas del mundo en un dispositivo minúsculo. Básicamente, la idea de la acumulación, de la ostentación, del alcance absoluto. Pero eso no tiene nada que ver con la lectura, sino con el capitalismo.

Cierro con palabras de Borges: “Yo sigo jugando a no ser ciego, yo sigo comprando libros, yo sigo llenando mi casa de libros. Los otros días me regalaron una edición del año 1966 de la Enciclopedia de Brokhause. Yo sentí la presencia de ese libro en mi casa, la sentí como una suerte de felicidad. Ahí estaban los veintitantos volúmenes con una letra gótica que no puedo leer, con los mapas y grabados que no puedo ver; y sin embargo, el libro estaba ahí. Yo sentía como una gravitación amistosa del libro. Pienso que el libro es una de las posibilidades de felicidad que tenemos los hombres.”

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