lunes, 20 de agosto de 2012

¿Qué es lo que duele?


En el duelo real (la muerte) es la “prueba de realidad” lo que me muestra que el objeto amado ha cesado de existir.

En el duelo amoroso, el objeto no está ni muerto ni distante. Soy yo quien decido que su "imagen" debe morir. Durante ese tiempo, me será necesario pues sufrir dos desdichas contrarias: sufrir porque el otro esté presente y entristecerme porque esté muerto.

El enamorado que no olvida a veces, muere por exceso, fatiga y tensión de memorias. La miseria amorosa es indisoluble: se debe sufrir o salirse, arreglar es imposible.

Lo que el sujeto ama es el amor y no el objeto. Si un día debo renunciar al otro, el duelo violento que me embarga es el duelo de lo Imaginario: era una estructura querida y lloro la pérdida del amor, no de tal o de cual.

A través de ese llanto quiero impresionar a alguien, hacer presión sobre él (“Mirá lo que haces de mi”). Lloro para probarme que mi dolor no es una ilusión, las lágrimas son signos, no expresiones. A través de mis lágrimas cuento una historia, produzco un mito del dolor y desde ese momento me acomodo en él: puedo vivir con él, porque, al llorar, me doy un interlocutor enfático que resume el más “verdadero” de los mensajes, el de mi cuerpo, no el de mi lengua.

Las palabras ¿qué son? Una lágrima dirá más.
Soy feliz, pero estoy triste.
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Roland Barthes - "Fragmentos de un discurso amoroso"

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