lunes, 9 de noviembre de 2009

La Sombra


Los Chinos deben ser los sujetos más indicados para hablar de este tema (y cualquier otro). No en vano han creado el maravilloso arte de la sombras chinescas, el cual permite hacer de lo sombrío algo agradable y divertido. Cuando era pequeño, disfrutaba de hacer las sombras del conejo y la rana e inventarme historias. Pero los años me hicieron olvidar ese aprendizaje por otros mucho más inservibles, pero necesarios para pasar de grado.

La cuestión es que nuestros amigos de la China pensaban que cualquier daño que se le hiciera a la sombra de una persona, repercutiría directamente en el cuerpo de su poseedor. No sé ustedes, pero yo he pisado las sombras de varias personas en la calle y desconozco si habrán sentido mi pisotón.

Otra de las creencias respecto a las sombras estaba vinculada a la muerte. Los asistentes a un velorio deben resguardar sus propias sombras y no permitir que queden atrapadas dentro del cajón cuando éste se está cerrando. Porque de ser asi, la muerte se apoderaría de sus cuerpos. Esta explicación nos permite comprender porque los chinos suelen huir despavoridos de las casas velatorias.

Más allá de estas cuestiones, me sentí muy a gusto cuando el diccionario me reveló una bonita definición para la palabra “sombra”: Persona que sigue a otra por todas partes.
Me pregunto: ¿Será esa persona la misma que pensamos? ¿Aunque su forma y gestos se parezcan a los nuestros, seremos los mismos? Y más aún: ¿Quién sigue a quién y por qué?
La respuesta la he encontrado en la luz que nos enfoca.
Cuando la luz proviene desde atrás, nosotros somos la sombra. ¿Sabrá la “sombra” que somos su sombra y que siempre queremos alcanzarla?
Cuando la luz proviene de frente, la "sombra" nos sigue a nosotros pero no podemos verla. ¿Será entonces nuestra sombra la que nos sigue o la de alguien más que quiere alcanzarnos?
Claro está que el único momento en que esas dos sombras se unen es cuando la luz proviene desde arriba.
Allí estamos juntos, integrados y en armonía.
Tal vez el secreto de esta pareja (y cualquier otra) resida en saber interpretar esos momentos de claridad.

Ser el sostén de nuestra sombra cuando la luz nos baña la espalda.
Saber que ella está allí para sostenernos cuando la luz nos ciega la mirada.
Y juntarnos de a ratitos, cuando la luz nos muestre el camino desde el cénit.
Eso sí, sin hacernos sombra.

1 comentario:

  1. Es la primera vez que entro Dieguin, muy bueno...habia un libro, el hombre sin sombra, o era un cuento? bue, la memoria...mi memoria tambien parece que es una sombra

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