lunes, 13 de abril de 2009

Huevos de Pascua

Domingo en familia, con los dos abuelos incluidos, para festejar la Pascua.
El primer tema fueron las zapatillas de Tito (mi abuelo materno). Las habíamos comprado hace unos dos o tres meses y resulta que le quedaban grandes. Buscamos soluciones típicas: algodón, plantillas y dobles medias. Luego de media hora de prueba y error descubrimos que el número no era el suyo. De todas formas en un momento logramos la combinación plantilla+dos pares de medias. Al pararse y caminar para probar si se salían; Tito nos mira con cara adusta y lanza: "Ahora se salen menos". Espectacular.
Una de las medias de tito no calzaba bien en la punta. Mi otro abuelo, sentado y observando la situación, disparó: "Esa media es para un pie de seis dedos." Genial.
Ya en la mesa comenzaron los temas de siempre: política, la crisis, el trabajo y la edad.
Luego de varias anécdotas, entre graciosas y profundas, me llevé la sensación de que algo hemos perdido. El respecto hacia los demás, el buen trato, la ausencia de malas palabras, la educación (familiar y cultural), la mesura en los placeres y el silencio en los dolores, todas características que cada vez me cuesta más observar en las nuevas generaciones.
Y no está bueno. Hay cosas que se han perdido y no está bueno que se hayan perdido. Se me dirá que no debos er absolutista y que muchos jóvenes aún pregonan los valores de antaño. Es cierto. Pero cada vez son menos. Y cada vez son más los padres imbéciles y ausentes, cada vez son más lo maestros que se parecen a hinchas de un club de fútbol, cada vez son más los jóvenes que no respetan a los mayores, cada vez son más. Esa degradación, producto de diversas variables que la historia ha entretejido, se ha hecho carne en nuestro ser social e individual.
No estoy diciendo que todo lo pasado fue mejor, estoy diciendo que este presente de ninguna manera es mejor que ese pasado. Me refiero a formas de conducirse en la vida, a maneras de expresarse, a la ayuda y el respeto, a la importancia de la "palabra", a formas de ser.
Mi huevo de pascua trajo ese mensaje: Yo elijo parecerme a mis abuelos.
El exceso de vanguardismo y de querer romper con todo lo pasado es lógico en cualquier época histórica, pero eso no necesariamente signifique "progreso". Uno rompe para volver a romper, porque el mundo actual propone el aburrimiento inmediato del nuevo orden que se impone. Con lo cual la felicidad no está en ninguna parte, sino en ese "romper" permanente de formas, en ese quebrar leyes y normas, en ese sentirse más "loco" que cualquiera. ¿Eso es progreso?
El problema no es la vanguardia en si, sino todo lo que atropella en su camino. Se lleva lo malo (eso es avanzar) pero tambien se lleva lo bueno (eso no es avanzar).
Pienso que después de tanta vanguardia, un poco de retaguardia no le vendría mal al mundo.
Por eso el auge de los movimientos humanistas. Mucha gente -por suerte- quiere recuperar algún valor noble. Yo Devolverle el prestigio a esas formas de ser y no al atropello imberbe, inmoral y vacío que los modelos de la actualidad nos propone dia a dia.
Dejemos de comprar esa idea de que lo mejor está por suceder.
Lo mejor no puede suceder desde la degradación y descomposición de valores.
Y peor aún, quizás lo mejor ya haya sucedido.

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