Viernes, dan las cuatro de la tarde y de los ascensores salen a caudales los oficinistas estatales. El portero -con cara cómplice- despide a uno de ellos con la siguiente frase:
-Adiós, que descanse.
La respuesta, argentina hasta la médula, no se hace esperar:
-¿Más todavía?
-Adiós, que descanse.
La respuesta, argentina hasta la médula, no se hace esperar:
-¿Más todavía?
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