domingo, 1 de marzo de 2009

La Pena de Muerte

"Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos. Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado. Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoníaco. Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial. Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la Justicia. Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-protestante. Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del Hombre. Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios. Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales. Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente. Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos. Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semivivo a una fosa común. A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas". (María Elena Walsh)
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Comentario: María Elena, que tantas alegrías nos dió en la niñez, se nos revela en este artículo (del año 1991) con palabras preciosas y muy ciertas. Sin embargo, mientras seguimos discutiendo quienes están a favor y en contra de la pena de muerte; el verdadero flagelo sigue intacto. Y el flagelo no es el delito, pues éste es una consecuencia de un problema mucho más complejo. Ni siquiera se trata de un problema político, pues ya sabemos que los políticos no se caracterizan por su habilidad para resolver problemas. Como todo problema que reviste complejidad y que no halla respuestas, el análisis debe ser llevado a otro nivel. Nunca podremos solucionarlo si seguimos pensando desde este paradigma (en el sentido de Kuhn) corrupto y servil. Tal vez, la pena de muerte, debería comenzar a pensarse para el paradigma reinante.

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